Alma y corazón

Miriam González

Alma.

Alma siente los nervios mezclados con la emoción; en dos semanas empezará su primer curso en   la universidad: el inicio de una nueva vida. En junio consiguió unas de las mejores notas en las pruebas de acceso, y este ha sido, sin duda, el mejor verano de su vida, repleto de atardeceres, de fiestas en la playa con los amigos y de besos con Scott, el chico inglés con el que perdió la virginidad, y un poco la cabeza.

Una semana después, Alma está sola en casa; sentada en el retrete con un temblor tan grande en las manos que le parece casi imposible acertar con el chorrito de pis. Cuando por fin lo logra, espera el tiempo indicado en el prospecto con un nudo en la boca del estómago. Mira el resultado del test: positivo. Esto no puede ser real: ella, la chica responsable, estudiosa, ¿cómo ha podido ser tan idiota? Le pitan los oídos, se marea y se deja caer en el suelo del baño; el corazón le late muy fuerte, y las lágrimas le resbalan por las mejillas. Cuando logra calmarse, se mete en la ducha en un intento de no pensar en lo que le está pasando.

Esa noche, la cena familiar transcurre con aparente normalidad, aunque su cabeza sea un hervidero: ¿debe decírselo a Scott?, ¿a sus padres? ¿Podría ella criar a un bebé? ¿Debería abortar?

—Alma, no estás comiendo nada, ¿te encuentras bien? —le pregunta su madre.

—Sí mamá, solo es que estoy nerviosa por el inicio del curso y se me ha cerrado un poco el estómago —miente—. Además, me duele un poco la cabeza; mejor, me voy a la cama.

—Bueno cariño, ves a descansar y ya verás cómo las clases van genial. ¡Con lo lista que tú eres! —Su madre le guiña un ojo, ella esboza una sonrisa y se escapa a su habitación. Se siente fatal por ocultárselo, pero primero necesita asimilarlo.

Al día siguiente, después de haber pasado la noche en vela, Alma se lo cuenta a su mejor amiga que, pasada la sorpresa inicial y los «¡Qué fuerte, tía!», la consuela como puede.

El primer día de clase no se parece en nada a cómo se lo había imaginado; no puede evitar estar con la mente en otro lugar. Cuando por fin llega a casa y su madre le pregunta qué tal ha ido, Alma se rompe en mil pedazos y le confiesa que está embarazada. Su madre, al ver el sufrimiento de su hija, la abraza y le dice:

—Cielo, no te preocupes, vamos a analizar todas las opciones, pero es tu decisión y, decidas lo que decidas, estaremos a tu lado.

El nudo en el estómago de Alma se afloja un poquito.

María.

María, tumbada en la cama, llora mientras se abraza el vientre. A su lado Juan, su marido, también deja salir su tristeza mientras le acaricia el pelo. Hasta ayer eran una pareja feliz, ilusionada con el próximo nacimiento de su bebé, pero la noticia de hoy los ha destrozado: al pequeño Alberto le han diagnosticado una grave anancefalia. Le faltan partes del cerebro, con lo cual es difícil que el embarazo llegue a término, y si lo hace, lo más probable es que no sobreviva más de unos días. Los médicos le han dado la oportunidad de interrumpir el embarazo, pero ahora mismo no pueden pensar en nada, solo pueden dejar salir todo el dolor, la rabia y la incomprensión por esta situación tan injusta.

Al día siguiente, delante de un desayuno que ninguno de los dos tiene ganas de probar, María dice:

—¿Qué vamos a hacer, Juan?

—No lo sé, cielo, pero es tu decisión y yo voy a estar a tu lado.

Una semana después, María ya se ha decidido: seguirá adelante con el embarazo, conocerá al pequeño Alberto y, cuando este muera, donará sus órganos para salvar a algún bebé. Al menos, la corta vida de su hijo no habrá sido en vano.

Berta

La pequeña Berta, de tres semanas de vida, se encuentra en una incubadora de la UCI para neonatos, conectada a un respirador para que su corazón no sufra tanto. A su lado, su madre le acaricia el cuerpecito mientras piensa en cómo se puede querer tanto a alguien que hasta llega a doler; estuvo a punto de no tenerla, pero algo en su interior le dijo que siguiera adelante con el embarazo.

El doctor se acerca y se le intuye una sonrisa a pesar de la mascarilla:

—Alma, buenas noticias: tenemos un donante de corazón para Berta.

La joven madre lo abraza llorando de la emoción mientras el médico piensa para sí en la suerte que tiene Berta de tener un corazón nuevo y una madre como Alma.

***