María Coll
Secretos
-Miren a la cámara y sonrían.
Charlotte, Beatrice y Eleanor Ashford, tres generaciones de mujeres posaban frente a la mansión familiar. St. Clair, un caserón señorial del siglo XIX se levantaba a los pies de una colina.
-Eleanor, cariño, estás pálida – dijo Charlotte, la matriarca de la familia, observando con preocupación a su nieta.
-Llevo varios días muy cansada, abuela – contestó Eleanor llevando las manos a su abultado vientre.
Beatrice, la madre de Eleanor se acercó a su embarazadísima hija, y con cuidado, la guio por los jardines de la casa hasta el portalón de la entrada.
La más joven de los Ashford llevaba diez meses casada. Su abuela Charlotte la matriarca de la familia, fue una firme defensora del amor de ambos, a pesar de la nula posición social que tenía el prometido de su nieta. Abuela y nieta lo consiguieron. Triunfó el amor, y Eleanor se casó con Arthur, el amor de su vida.
No les dio tiempo a cruzar el umbral de la mansión. Eleanor rompió aguas.
Veintitrés horas después, el último empujón, el último grito y Eleanor sintió como vaciaba su vientre de golpe. A pesar de su extremo cansancio, pudo ver el gesto de estupor que tenía el médico mientras miraba a su retoño. Ese estupor se reflejó en la cara de su madre y de su abuela cuando se acercaron al recién nacido.
– ¿Está bien? ¿me dejáis verlo? – Eleanor, desesperada, echaba los brazos hacia su bebé. Su abuela se acercó a ella rápidamente.
-Eleanor, estás agotada. El bebé está perfectamente. Vamos a bañarlo y a adecentarlo y ahora lo ves.
No tuvo tiempo de protestar, el médico ya había salido de la sala con su bebé, y agotada, se quedó dormida. Le despertaron los gritos de su marido que entraba por la puerta.
– ¡Ese no es mi hijo! ¡Soy un cornudo, y no voy a reconocer a ese puto niño negro!¡Puta!¡¿Con quién has fornicado?!– Arthur gritaba con una voz chillona fuera de sí.
Eleanor no pudo reaccionar. No entendía qué pasaba.
-Traedme a mi hijo, por Dios – balbuceó.
El abrumado médico le puso en su regazo un precioso bebé con unos enormes ojos color azabache. Un bebé con nariz chata y piel morena. Un bebé mulato.
El amor inmediato que sintió por ese pequeño bebé fue superior a cualquier cosa que estaba pasando, sacó su pecho rebosante de leche y acunó a su retoño mientras mamaba con fuerza.
Tres días pasaron hasta que pudo levantarse de la cama. Su doncella la vistió, la adecentó y se encaminó a buscar a su marido. Estaba segura de que la creería, que ese bebé era su hijo y que ella nunca la había engañado.
Lloró, rogó y juró por todos sus seres queridos, y la única respuesta que recibió de Arthur, su marido, el hombre que la amaría y la protegería de por vida fue “Zorra, quédate con tu puto hijo negro”
Arthur iba a preparar sus cosas y esa noche se iría de allí para siempre.
Eleanor, destrozada lloró durante horas. Su madre Beatrice y su abuela Charlotte no se movieron de su lado mientras ella pasaba el peor momento de su vida. Se durmió agotada de llorar, y cuando se despertó, ellas seguían allí.
Charlotte, muy inquieta, paseaba por la estancia con su bastón plateado cuando se dio la vuelta muy despacio y dijo.
-Queridas mías, tengo que contaros una cosa. Y espero que me perdonéis alguna vez.
“Mi boda con tu abuelo, Eleanor, fue apalabrada. Yo tendría el título nobiliario y él tenía el dinero, así que nos casamos. Pero mi amor ya estaba comprometido a otra persona. Era un chico negro que trabajaba para mi padre.”
Eleanor y Beatrice no daban crédito a lo que estaban oyendo.
“cuando me quedé encinta, recé para que fuese de tu abuelo, y cuando naciste, Beatrice, eras una preciosa niña de tez clara, y siempre pensé que eras de mi marido, tu padre.”
-Cuando vi a tu bebé, Eleanor, me di cuenta de que mi hija fue el fruto del amor con ese muchacho y que tu hijo es mestizo por esa razón. Hablaré con tu marido y se lo explicaré todo.
-No, abuela. – la interrumpió Eleanor. Que mi madre sea hija ilegítima nos puede dar muchos problemas, y no merece la pena. Ese hombre que no ha confiado en mí, que me ha insultado y despreciado no merece la verdad. Deja que se vaya pensando que es un cornudo. Mi pequeño será el nuevo Lord Ashford.
Las tres mujeres se abrazaron mientras Arthur salía de la mansión para no volver.