Stayin' alive
Fernanda Almagro
El relato de mi vida, a pesar de haber sido ésta una diversión continúa, no considero que sea nada excepcional: una sucesión de fiestas, alguna que otra orgía, noches en locales de dudosa reputación… Resumiendo: una continua juerga. Por eso nunca me casé ni tuve hijos, al menos que yo sepa. Uno debe ser consecuente con la vida que elige.
Mi muerte, esa sí que ha sido curiosa, bueno, en realidad mi casi-muerte o muerte temporal.
Hallábame en uno de mis tugurios favoritos, bailando con Erika, mi “camarera” predilecta, cuando de repente sentí un dolor agudo que recorría el brazo hasta llegar al pecho. A continuación comencé a ver la típica luz blanca, que en mi caso se tornaba rojiza, quizás a fuerza de pasar tantas horas en antros. La visión de toda mi vida pasó ante mí tan rápido que recuerdo que pensé en la insulsez de la levedad de la existencia, mi cuerpo abandonado y yo ascendiendo. Una música lo envolvió todo. Al principio me resultó celestial pero más tarde me di cuenta, con horror, de que era de los Bee Gees:
You’re stayin’ alive, stayin’ alive
Feel the city breakin’ and everybody shakin’
And we’re stayin’ alive, stayin’ alive
Ah, ha, ha, ha, stayin’ alive, stayin’ alive
Ah, ha, ha, ha, stayin’ alive
(pincha abajo si quieres entrar en ambiente)
https://www.youtube.com/watch?v=fNFzfwLM72c
Consideré que era de muy mal gusto haber escogido precisamente esa canción, aunque más tarde resultó ser premonitoria, pero aun así decidí continuar mi camino. La luz blanca- rojiza se hacía cada vez más intensa, tanto que llegó a cegarme. Cerré los ojos durante un instante. Al abrirlos el resplandor se había suavizado. Un leve olor azul celeste o rosa claro dulzón parecía envolverlo todo.
Lo que vi a continuación nunca podré olvidarlo: Barry, Robi y Maurice, o sea los tres componentes del grupo, con sus pantalones superceñidos marcando paquete (siempre pensé que ese era el motivo por el que tenían esa voz de falsete: los “cataplines” tan apretados los convertía en eunucos) se dirigían hacia mí aullando “stayin´alive”. Corrí despavorido en dirección contraria a la luz y al trío justamente para eso, para “stayin´alive” hasta aparecer de nuevo en el tugurio rodeado de personas con bata blanca, una de ellas encima de mí, besándome en la boca. Al principio pensé: “¡qué suerte, esto sí que es el paraíso!” hasta que me di cuenta que sus manos me golpeaban en el pecho a un ritmo regular y que había cubierto mi boca con una mascarilla para no tener contacto con ella.
Miré a mi alrededor buscando el rostro, o cualquier otra parte del cuerpo de Erika, esperando un poco de compasión. Pero Erika estaba besuqueándose unos metros más allá con un tipo musculado y prolijamente tatuado, importándole un bledo que yo hubiera estado a punto de morir de un infarto, o lo que es peor: que hubiera sido perseguido por un trío de cantantes con voz
de castratis.
Siempre he sido un “viva la vida” pero tengo que confesar que desde ese día tengo cierto temor a la muerte, en realidad más que a la muerte al terrible proceso que hay que pasar hasta llegar a ella. Pero como el viejo dicho tiene razón: “quien tiene el vicio si no se mea en la puerta se mea en el quicio” he continuado con mi vida de excesos, de bebida y de “Erikas”.