Carta a Santa Claus | Lil Fernández
Querido Santa:
Muchas gracias porque cada año me traes exactamente lo que te pido, e incluso más. A mis compañeros del salón les traes menos cosas y creo que se portan mucho mejor que yo. No sé por qué haces eso, tal vez te caigo bien.
Este año quiero pedirte algo diferente, es decir, no quiero juguetes, ni ropa, ni dulces, porque no los necesito.
Antier fui a casa de mi primo Julián. Vive en un departamento muy pequeño donde no cabe casi nada. Estuvimos jugando a policías y ladrones y a las escondidillas con los amigos de su edificio. Fue muy divertido, pero me sentí mal porque ninguno me quería en su equipo. Tenemos la misma edad, pero yo soy muy pequeño y no puedo correr tan rápido como ellos. No entiendo por qué todos han crecido y yo no. Entonces, quiero que me traigas al menos veinte centímetros de altura.
Mi hermano Pablo ha dejado de molestarme desde que tiene novia. Su novia es muy bonita, se llama Susana y creo que estoy enamorado de ella. Los mandamientos dicen que no debo desear a la mujer de mi prójimo, entonces, te pido que me traigas una novia igualita a Susana, solo un poco más pequeña para que alcance a besarla… ¡Ah, no!, ya me acordé de que te pedí ser más alto.
Mis papás se pelean todo el tiempo, yo creo que es por mi culpa, creo que están desilusionados de tener un hijo como yo, que saca malas calificaciones en la escuela. Nunca me han hecho ningún regalo en esta época. Recibo regalos de mis abuelos, mis tíos, incluso de Pablo, pero mi mamá y mi papá no me dan nada en Navidad, si no fuera por ti, no tendría ni los patines, las pistas de carros, los videojuegos, la bicicleta y los balones.
Le pedí a mi mamá que me inscribiera en clases de karate o de boxeo, pero me dijo que no, porque no tiene tiempo de llevarme, así que te pido, por favor, me traigas la fuerza para golpear muy fuerte. En la escuela hay un grupo de seis niños que solo esperan a que yo salga al recreo para pegarme. Me tiran al piso en el baño y me patean en todo el cuerpo, menos en la cara. Por eso nadie se ha dado cuenta. Me dicen que, si le cuento a mis papás o a la maestra, van a matar a mi hermanita que apenas entró a primero. Por favor, tráeme la fuerza, para darles su merecido.
También quiero pedirte que me traigas de las pastillas que se toma mi mamá. No sé cómo se llaman porque las tiene guardadas bajo llave con el resto de las medicinas. Escuché que le dijo a la vecina que, con una de esas, podía dormir muy bien, que le ayudaban a estar más animada y feliz, y a olvidarse de que mi papá existe. Yo solo quiero tomar de esa medicina para no hacerme pipí en la cama y dejar de soñar esos monstruos que me persiguen, pero no quiero olvidar a mi papá. Él tiene esa enfermedad que le impide caminar bien, le hace hablar extraño, vomitar y quedarse dormido casi todo el día. Tiene que tomar muchas botellas de alcohol muy seguido para curarse. Yo lo quiero mucho y no quiero que deje de existir.
Entiendo que tú no eres como Dios, la virgencita, o los ángeles. La maestra del catecismo me dijo que ellos hacen milagros, por eso ya he rezado mucho cada noche, pero al parecer, no pueden o no me escuchan. Cuando se murió mi perrito Milo, hace quince días, les pedí que lo revivieran como a “Lázaro” y tampoco lo hicieron.
Cuando enterramos a Milo en el jardín, mi mamá me dijo que no estuviera triste, porque mi perrito se había ido al cielo, que había pasado a “mejor vida”. Yo también quiero una vida mejor.
Espero que sí puedas traerme todo lo que te pido, si no puedes, no me vayas a traer juguetes, porque no me los podré llevar cuando me vaya con Milo.