Bajo la cama

Alberto Hidalgo

Vale, ok, tengo frío. ¿Por qué hablo en voz alta? Estaré un poco nervioso. Tranquilo, no pasa nada. Ella pidió que trajese dos pares de esposas. Pensé: «Vale, a probar algo nuevo». Se las di al entrar. Las ha mirado como si el metal fuera afrodisíaco. ¡Qué tía! Le abultaba el pecho debajo de la camisa. No sé ni cómo se la ha podido abrochar. Eso reventaba. Ha tirado de mi corbata. ¡Dios! Con esos ojos de viciosa y con ese labio inferior que se mordía como si me desease desde que nací… Claro, me he dejado hacer. Me ha desvestido, señalado la cama, y aquí estoy esposado al cabecero en calzoncillos, un poco helado ya, esperando a que salga del baño, ¿o ha dicho el vestidor? A ver si sale ya.

—Oye, ayúdame. —¿Qué es eso? Juraría que alguien me ha hablado desde debajo de la cama—. ¿Me escuchas?, por favor, ayúdame.

—¿Quién eres?

—¿Qué más da? Un tío que vino a pasar un buen rato como tú. Ayúdame a salir de aquí.

—No puedo.

—Busca algo con lo que romperme los grilletes, por favor. 

—Tengo las dos muñecas esposadas al cabecero.

—Ostias, tío, ¿serás gilipollas? Date por jodido.

 

Acta de declaración

Málaga, a 3 de abril de 2022

Ante el instructor se presenta D. Justo Saborido, citado el día de hoy a las 10:00 h.

Preguntado por qué razón se encontraba en el lugar de los hechos, bajo la cama de matrimonio del apartamento sito en calle La Unión, núm. 12, 5º B, dormido, responde que en esa vivienda ejercía su actividad como dominatrix la que se hacía conocer con el nombre de “Ama de la Noche”, de estatura 1,80 m. aprox., complexión delgada, melena negra hasta los hombros.

Desconoce si era su domicilio habitual, pues nunca pasó más allá del dormitorio que había justo después del recibidor, donde dormía cuando la fuerza instructora lo despertó. Habiéndola visitado dos días antes del día de los hechos, manifiesta que fue apresado por la susodicha dominatrix e inmovilizado bajo su cama, boca abajo, donde le impedían moverse unos grilletes situados en sus dos muñecas y sus dos tobillos. Que sobre él, la antes citada “Ama de la Noche” hizo el amor al menos con cinco hombres, aparte de otras prácticas propias de su especialidad. Que, en un principio, la tarde que acudió al lugar, la ocurrencia de mantenerlo ahí mientras atendía a otros dos clientes le pareció estimulante y acorde a sus deseos, si bien, pasada la primera noche, sin agua ni comida, se arrepintió de haber contratado los servicios de aquella mujer y comenzó a quejarse, ante lo cual ella lo amordazó antes de recibir a cada cliente.

No obstante, supone que, por olvido, no lo hizo con uno de ellos con el que entabló conversación, si bien el señor aseguraba estar imposibilitado para ayudarlo pues había sido esposado al cabecero de la cama.

Después, ella irrumpió en la habitación y, sin mediar palabra, comenzó a dar latigazos al señor esposado, el cual, mientras más suplicaba que la mujer cesase, más recibía. Luego, ella apareció ante sus ojos y le pasó un pañuelo bajo la nariz, momento en el que asegura haber perdido el conocimiento hasta que la unidad actuante lo halló, dormido.

Preguntado por qué razón no presenta magulladuras en las muñecas y los tobillos, manifiesta que, consciente de que no serviría de nada, no trató de zafarse de los grilletes.

Preguntado dónde se sujetaban los grilletes, de los cuales no se han hallado marcas en el suelo ni en la cama, manifiesta que lo desconoce, que accedió a situarse bajo la cama como un juego erótico, estando después con el pecho pegado al suelo y las extremidades elevadas, sin posibilidad de verlas.

Preguntado por los restos orgánicos de la víctima encontrados en su boca y en su ano, manifiesta desconocer qué hicieron con él mientras carecía de consciencia.

Preguntado por los abundantes restos de sangre de la víctima de sus manos y antebrazos, asegura que la “Ama de la Noche” lo tenía ahí abajo, reservado, para que pareciese culpable de la muerte que preveía que iba a causar en su empeño por ejercer con profesionalidad su trabajo.

Doy fe.