A tientas
J.L. Rivas
En mi delirio puedo ver cómo los raíles se levantan para que los trenes echen a volar. Puedo ver águilas azules hundiéndose en el mar, Puedo ver el bullicio de las guacamayas y reconocer, al caer la noche, su ronco graznido. Puedo ver un pueblo entero de colores vivos y a la gente parloteando bajo el sol. Puedo espiar las caricias de los enamorados, y sonreír con envidia. Puedo ver hielo en los trópicos y en los polos fuego. Con mi imaginación, puedo ver todo.
Puedo oír el bramido de las fieras en celo, y entenderlo. Puedo escuchar a las ballenas durante horas, en su largo reclamo de amor. Oír al trueno omnipotente que me recuerda lo que somos. Alcanzo a oír el sonido de un copo de nieve, posándose en la nieve. Puedo oír tu aliento cuando gimes, y sentirlo sobre mi cuello. Puedo oír el horrible estruendo de la guerra, el último estertor de un soldado con un niño en brazos. Oigo rodar las últimas lágrimas por las mejillas de una madre.
Puedo olerte en las tibias mañanas de otoño, cuando duermes. Tu pelo huele, tu cuerpo huele; también tus sueños. Entre miles reconozco tu perfume. Puedo robar tu aroma cuando quiera; ya lo tengo. Puedo oler la tormenta, el huracán, el terremoto… semanas antes de que sobrevengan. Pero no me hacen caso.
Puedo gustar, con mis papilas, hasta límites que no imaginas. Véndame los ojos y cierra mi nariz: te revelaré qué ingredientes tienen los alimentos más complejos. A qué saben, uno a uno, y también juntos. Puedo degustar lo que no existe. No te extrañes si me ves lamiendo las paredes; es mi forma de orientarme en la ciudad. Mi lengua guarda todo en un registro infinito.
Puedo acercar mis labios y detenerlos a unos centímetros de los tuyos. El tacto me dirá lo que quiero saber. Un poco más y te estremecerás. Mis manos atesoran tus contactos, de una vez para siempre, pero siempre nuevos. Te quiero, te acaricio, me deslizo por tu cuerpo, piel con piel. La más sublime y honda sensación de todos los sentidos. Al estrechar la mano de un amigo, puedo sentir su amor. Y el rechazo de mi enemigo Puedo transmitir odio, miedo, rabia… sólo con el contacto de mis manos.
Pero aún así, estoy a tientas; porque me falta ver con los ojos de mis ojos. Los demás sentidos acuden al servicio de mi ceguera.