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Jordi Ibars

Noches de lluvia

En el mundo real,

los monstruos existen.



Esta noche es noche de lluvia y yo no puedo dormir. Estoy asustada y me arrebujo bajo las sábanas. Me hago un ovillo. Tiemblo. No me gusta esta lluvia porque no es una lluvia como las demás. La de la noche de lluvia sisea y zumba como un enjambre de avispas en pleno agosto. Además, en mi habitación no hay ninguna ventana, solo un espejo grande colgando de la puerta. Y el ruido que hace la lluvia proviene de ahí, del otro lado del cristal… como si tras el espejo existiera un lugar en el que la lluvia sabe a miedo.

Pero no es a la lluvia a la que temo, sino a la criatura que viene con ella. Un monstruo que me visita cuando es noche de lluvia y mami está fuera, trabajando. Y hoy también le toca turno de noche, de modo que estoy en casa, con el tito. Pero no importa quién pueda estar conmigo; el monstruo siempre viene en las noches de lluvia, cuando mami no está conmigo. 

Sé que está a punto de llegar. Puedo olerlo. Reconocería su olor allí donde fuera. Huele a una mezcla de vino rancio, humo y aroma de menta. 

¡Ya está aquí! Oigo como el espejo se abre lentamente y un rectángulo de luz enciende la oscuridad y traspasa las sábanas. Y en medio de esa luz, su sombra, que entra en la habitación y vuelve a cerrar la puerta espejo para devolver la oscuridad a su lugar.

Oigo sus pasos acercándose. 

Ahora está junto a mi cama, a punto de comenzar de nuevo lo que hace siempre cuando mami no está en casa, y papi…

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