Conejos y agujeros

Erika Blánquez

Rasal, Huesca. Posguerra española, 1941.

Ángeles, natural de Rasal, con cuarenta y siete primaveras y aún más inviernos a sus espaldas, siete hijos, una nieta y un marido, exclama:

―¡Anda, maña, ven y ayúdame a coger un poco de menta del jardín para llevar a la piojosa de Casa Maifons! Dice que me tiene que dar algo, qué me va a dar… esa tres perras… ¡un mendrugo de pan y algo de pena!

―Abuela, Valera es una mujer encantadora ―replicó su nieta  mientras olía la menta.

―Su marido, con semejante cabeza, si fuera un garbanzo, un balde entero haría falta para remojarlo a él solo ―contestó Ángeles, mientras cortaba el ramillete.

―Abuela…

―Medio mundo habla del otro medio. Ven a la cocina a arreglar el ramo.

Minutos más tarde, se escuchó la campanilla de la puerta. Ángeles descorrió con sigilo el visillo de la ventana: era la mujer de su hermano Ramiro, encarcelado en el fuerte del Rapitán, en Jaca.

Ángeles susurró:

―Pero qué puñetas querrá ahora esta muerta de hambre que, de tan tísica que está, al final va a tener que pasar dos veces por el mismo sitio para que la podamos ver. Maldita la gracia que hizo mi hermano…

―¡Ángeles! ―gritó su cuñada.

―Rediós… ―farfulló.

―¡Ángeles! ¿Estás por ahí, Ángeles? ―insistió la cuñada. ―Vengo a pedirte un cestico de mimbre, para llevarle una docena de mandarinas a tu hermano Ramiro a la cárcel.

Por lo bajo, Ángeles murmuró:

«Se va a fastidiar, porque le voy a dar el cesto más agujereado de todos… Anda que ella no tiene perras, pero es de la Hermandad del Puño Cerrado… ¡a pedir al Pilar!».

―¡Ya hacía días, cuñada! ―saludó.

―Hola, Ángeles, hola… ¿me dejas el cestico entonces? El pobre Ramiro… Una docena de mandarinas le alegrarán el día.

―Sí, claro, mujer. Toma, llévate éste, pero cuídalo, que era de mi abuela ―mintió, entregando el cesto más roto y roñoso de la casa.

La cuñada se marchó examinando con decepción el cesto, y Ángeles y su nieta se pusieron de camino hacia casa de su vecina Valera de Casa Maifons. Le llevaban un poco de menta y mucha curiosidad por saber qué les quería ofrecer.

Al llegar, Valera las condujo directamente a la fresquera.

―Ángeles, hay que ver cómo está tu nieta… cada día más alta y más guapa.

La nieta, con el ramillete de menta entre las manos, se sonrojó.

―¿Has visto qué florero más majo traigo? Anda, maña, dale la menta a Valera, no te quedes ahí plantada… rediós, qué poca rasmia, a quién habrá salido.

―Gracias, Ángeles ―continuó Valera, con el ramillete de menta ya en su poder. ―Mira, han traído la caza, ha sido un buen día, y me sobran tres conejos. Yo no tengo hijos, tú los aprovecharás mejor. Pero, ojo, ya sabes que, si se entera la mujer del alcalde, te los requisará, así que ve con cuidado.

Ángeles, siempre astuta, se levantó los refajos y se colocó los tres conejos muertos colgando de una cinta entre las enaguas.

―Ve con cuidado, Ángeles ―insistió Valera.

Cuando estaban a punto de llegar a casa, una voz les dio el alto. Era la mujer del alcalde acompañada de unos guardias:

―¡Señora Ángeles!, se rumorea que podría estar usted ocultando algo.

Ángeles, resuelta, contestó:

―¡Pues como no sea algún conejo bajo la falda!

El comentario provocó la risotada de todos los presentes y Ángeles, con la barbilla apuntando al horizonte, retomó el camino con su nieta.

―¡No tan rápido! ―gritó la mujer del alcalde con altanería. Acabamos de saber que su hermano Ramiro planeaba escapar de la cárcel. Será fusilado mañana.

El corazón de Ángeles se encogió, pero siguió manteniendo el tipo, bien tiesa.

―¿Y qué pruebas tienen? ―dijo clavando su mirada felina en la mujer.

En aquel momento, solo se escuchaba el aliento entrecortado de su nieta.

―Al parecer,  Ángeles, su cuñada, se iba del pueblo cuando, delante de un guardia, se le ha caído por un agujero del cestico un papel bien doblado. El guardia, al recordar que era la mujer de un preso, lo ha abierto. ¡Y vaya sorpresa!: en este había explicado  nada menos que un plan de fuga que su cuñada pretendía colar. Mire usted qué boba, en un cestico, entre una docena de mandarinas.