Uriel Arechiga
Transmutación
Ahí estaba, parado en el corazón de la zona rosa hipnotizado por un dragón chino de neón. Sus ojos saltones, y su hocico alargado con largos bigotes de bagre me robaban toda la atención. El rosa y morado iridiscentes de sus largas líneas no me permitían apreciar lo bizarro de la ubicación del local de medicina ancestral china entre una tienda de lencería para hombres y otro de dorilocos y salchipulpos
ꟷPásele joven ꟷme dijo un señor que tenia los bigotes igualitos al dragón de neón
ꟷ¿Quiele polvo de cuelno de linocelonte? Con eso podlá complacer hasta cinco damiselas en una sola noche
ꟷ¿Cómo que cuerno de rinoceronte? ¡eso es cárcel! Debería… ¡espere! ¿Cuántas damiselas dijo?
Ambos nos reímos y le dije que estaba ahí porque mi amigo Darío me había dicho que me podían ayudar con un dolor que tenia en el lado izquierdo de mi espalda.
ꟷEstá en el lugal colecto, la melicina ancestral del doctor Zeng Hui le va a sanar, su alma y colazon quelalán como nuevos, sígame pol favor
Yo la verdad solo quería unas ventosas para sacarme el aire atorado, pero ya no le dije nada. Esa forma tan marcada de hablar como oriental me hacía sentir cómplice de algo políticamente incorrecto, así que ya no quería darle hilo, además se vestía como chino, hablaba como chino y tenia esos bigotes junto con unas manos huesudas y largas uñas, pero visto con un poco de atención, era obviamente oriundo de una de las colonias de la CDMX. Vamos, todo un caso de apropiación cultural.
Íbamos caminado por un pasillo muy largo, tanto que tenía la tentación de que íbamos a salir a la calle del otro lado. Pasamos por una sala donde había varios ancianos jugando Mahjong y por fin, detrás de una cortina de cuentas, llegamos a una especie de consultorio con muchos estantes y un camastro.
ꟷQuítese la camisa y lecuestese aquíꟷ me dijo mientras prendía un mechero de alcohol y sacaba unas pequeñas ollitas de vidrio que eran las ventosas que mi amigo me había dicho
Me acosté boca abajo y comenzó el tratamiento. Volvió a decirme que mi alma quedaría renovada, a lo que tampoco le contesté porqué las ventosas se sentían muy bien, al principio muy caliente cuando me las ponía y después un delicioso ¡pop! Cuando me las quitaba
ꟷ¿Qué es eso que tienes ahí?
ꟷ¿Qué cosa?
ꟷLo que tiene al lelelor de su cuelo.
ꟷ ¡Ah! Es una capsula que conseguí en Padua Italia. Tiene adentro una figurita de san Antonio, que guardé de cabeza una vez que mi hija no salía y me funcionó. Ahora siempre lo traigo, aunque hace mucho que no lo volteo.
ꟷ Legalamelo…
ꟷLo siento, pero tiene un valor sentimental muy grande para mi ꟷ(Me dio pena decirle que me da buena suerte)
ꟷEs un plesio muy pequeño en compalasion con un alma lenovala
ꟷ Ahí para la otra
ꟷ Te doy cien glamos de cuerno de linocelonte.
ꟷ No gracias, yo puedo solito…
Al parecer no quedó muy contento con mi respuesta, porqué la siguiente ventosa de verdad estaba muy caliente.
Conforme el tratamiento terminaba, el dolor desaparecía y me sentía distinto. Cuando terminó me acompañó a la salida, que, en efecto, estaba en la otra calle paralela a la que entré.
Camino a la casa, en contra de mi opinión inicial, todo me parecía nuevo, como si estuviera estrenando otra forma de ver las mismas cosas que siempre me han rodeado.
Llegué a mi casa, con emoción anticipada de ver si mi esposa percibía que algo había cambiado en mí. No me dijo nada, pero me miró con sospecha, lo cual fue suficiente.
Cuando me iba a acostar me preguntó por qué no traía mi san Antonio.
¡Condenado doctor Hui! me lo había robado.
Al siguiente día regresé y el local no estaba. Literalmente la lencería para hombres y los salchipulpos, estaban en locales contiguos. Del otro lado de la calle, nada tampoco.
Yo sigo cambiando y no se en que vaya a terminar. Ahora, día de por medio, me tengo que recortar los bigotes de bagre y las uñas desmesuradamente largas.
Todo por un aire en la espalda.