Solo ida

Carlos DK

Dolores despertó antes de que el sol despuntara sobre el horizonte. La noche anterior tomó la decisión de que debía de hacer algo con su vida. Así que eso hizo.

 

Aquella mañana se acercó a la mochila y la revisó con detalle, se puso a sacar todo lo que no le haría falta. Se sorprendió ver todos aquellos años de rutina enredados, ocupaban muchísimo espacio y aunque pesaban, no pesaban tanto como las desdichas y los rencores que también ocupaban lo suyo. Lo sacó todo sin pensar. Finalmente le dio la vuelta y la sacudió por sacar lo que se acumula en el fondo, esos arrepentimientos de no haber hecho algo cuando quería o no haber dicho cuando debía, crearon una pequeña nube que la hizo toser. Por un momento se sintió temerosa y vacía al dejar todo aquello que reconocía como ella misma, pero comprendió que era pasado. Respiró hondo y algo volvió a cambiar sintiéndose ligera como la mochila, dispuesta a llenarse de nuevas experiencias.

 

Miró a su alrededor buscando algo que pudiera necesitar, en realidad no necesitaba nada, solo quería salir de allí, así que sin pensarlo echó algo de ilusión y una buena parte de ganas. Cerca pudo ver una cajita de temor sin estrenar, pero prefirió no cogerla, pesa mucho y se puede encontrar en cualquier sitio.

 

Atravesó la puerta, dispuesta, justo cuando el sol también lo hacía tras las montañas. Miró a un lado y a otro de la calle y se dirigió hacia el lado contrario que todos los días, no bajó las escaleras llenas de gente camino a Rutina sino que caminó casi flotando hacia el puente Nuevo Día.

 

El puente no parecía gran cosa, la madera estaba gastada y crujía al caminar por él. Se asomó para ver las vistas, allí el sol parecía brillar más, todo era más claro. Algo le llamó la atención y miró hacia abajo. Parecía haber cientos, miles, quizás millones de hormigas, iban todas con prisa, unas llevaban traje, algunas con maletín o un café en vaso de papel en la patita. También las había con un móvil en la mano y hablando como si el resto no existiera. Otras iban en diminutos coches, insultaban a los que iban más rápido, se colaban o hacían maniobras peligrosas. Parecían tener todos prisa. No le gustó la imagen de verse allí, así que continuó avanzando.

 

A cada paso la madera sonaba más grave, más robusta, como si el puente se volviera más resistente, más nuevo. Como ella. Cuando se percató de que la poca gente que había eran todos jóvenes, niños. Unos dibujaban o pintaban, otros escribían, otros componían música, unos construían o inventaban, los había que tenían en sus manos aparatos irreconocibles. Se acercó a uno que golpeaba con un martillo un aparato enorme.

 

—¡Hola! Soy Lola. ¿Qué estás haciendo?— Al preguntar, notó que su voz siempre cansada, había sonado con dulzura, inquietud y nerviosismo. Como si esperara escuchar algo maravilloso.

 

El chico la miró un instante a los ojos y pareció conocerla—Trabajo en una máquina. Con ella puedo crear tiempo para disfrutar.— respondió aquel joven que pareció rejuvenecer según hablaba.

—¿Una máquina que crea tiempo?¿Cómo funciona?¿Es mágica?—preguntó intrigada.

—Bueno, en realidad lo que hace es ahorrar trabajo. Pero si te ahorra trabajo, tienes más tiempo para disfrutar.

—¡Guau! ¿Y cuándo la termines qué harás?

—No lo sé— respondió el joven aterrado de verse sin un camino que seguir, pero su sonrisa surgió al instante y continuó con simpatía — Ya disfruto construyéndola. Quizás, si quieres una, podría construir otra para ti.— Dijo con el ánimo renovado—¡Para todos!—Terminó riendo.

 

—Es buena idea—respondió mientras le tendió la mano para despedirse. — Ya tienes tu  camino. Ahora seguiré el mío. Y sin media palabra más, Lola continuó caminando mientras volvió a escuchar a aquel inventor golpear con su martillo.

 

El sol, sin ninguna explicación estaba ya muy bajo y el puente llegaba a su fin, aunque parecía restaurado, como nuevo. A lo lejos pudo ver su casa. No sabía cómo se había ido el día. Ni tampoco recordaba estar de vuelta. Estaba agotada. Ya en la cama, sonrió de saber que como hoy, mañana tendría otra oportunidad de decidir hacer algo con su vida.