Raíces en penumbra

Andrés García

El último rayo del sol se desvanece en el horizonte, bañando el cielo en tonos púrpura. Avanzo por un sendero boscoso, mis pasos interrumpen el silencio de la naturaleza. He llegado a este lugar en busca de respuestas, impulsado por un sueño recurrente que me acecha cada noche. Un sueño donde al caer el crepúsculo, me encuentro en este bosque, enfrentando algo que olvido al despertar.

El aire está cargado con el aroma a tierra húmeda y hojas en descomposición. Siento un escalofrío recorrer mi espalda mientras la oscuridad comienza a abrazar la foresta. A cada paso, la luz cambiante del atardecer proyecta sombras alargadas que parecen moverse por voluntad propia. La exhalación húmeda del bosque lo vuelve cada vez más opresivo, como si el bosque respirara con vida propia.

De repente, el canto de un búho rompe el silencio

 —Signo de presagio— pienso. Sigo avanzando, alerta al viento susurrante entre las ramas. Entonces, lo veo. Una figura se perfila entre los árboles, envuelta en una neblina que parece emanar de la propia tierra. La figura, alta y delgada, no tiene rostro, solo es una sombra oscura.

—¿Quién eres? —pregunto. La figura no responde, pero levanta una mano huesuda y señala hacia un claro iluminado por la pálida luz de la luna.

Siento que mis pies se mueven por sí mismos, acercándome al claro. Allí, encuentro una escena que me deja sin aliento. Un círculo de piedras rodea un árbol gigantesco, cuyas ramas se extienden como brazos en busca de consuelo. En el centro del círculo, una mujer con un vestido blanco se arrodilla susurrando palabras en un idioma desconocido.

La mujer levanta la cabeza, y veo sus ojos desesperados. Alrededor de ella, las sombras comienzan a materializarse, figuras espectrales con rostros distorsionados. Intento retroceder, pero mis pies están anclados al suelo, una fuerza invisible me retiene al lugar.

—Ayúdame —susurra la mujer. No sé cómo… La figura oscura aparece detrás de ella, y con un movimiento rápido la abraza. La mujer grita, un sonido desgarrador que resuena en mi alma.

Las sombras se abalanzan sobre mí, y siento que me arrastran hacia la oscuridad. Intento luchar, pero es inútil. Todo se vuelve negro y un frío helado me envuelve. Despierto sudoroso, mi corazón latiendo alocado, y miro alrededor. Estoy en mi habitación, pero el terror del sueño sigue aferrado a mi mente.

No puedo dejar de pensar en la mujer, en su súplica desesperada. La sensación de miedo es demasiado real para ser solo un sueño. Siento un llamado. Me levanto de la cama, decidido a averiguar la verdad detrás de esa visión.

Con el primer rayo del alba, estoy de nuevo frente al bosque, mi jadeo como único sonido. La bruma matutina se desliza entre los árboles, dándome la bienvenida. Camino por el sendero igual que en mi sueño. La luz del día no logra disipar la sensación de inquietud.

La incertidumbre crece mientras avanzo. Pero debo saber, debo enfrentarme a aquello que habita en los oscuros confines de mi mente y del bosque.

Me detengo en seco. Ante mí, algo se desliza entre las sombras del bosque, algo que no puedo identificar. Mis ojos se abren de par en par y mi respiración se descontrola aun más. Un escalofrío recorre mi espalda mientras observo la figura que emerge lentamente de la umbría. Un terror profundo me aprisiona, no puedo apartar la mirada.

Lo que veo desafía toda lógica, es una amalgama de sombras que parece cambiar constantemente. El aire a mi alrededor se vuelve pesado, cargado de una energía opresiva. Intento retroceder, pero mis pies no responden. Estoy atrapado, tanto física como mentalmente.

En ese instante, una fuerza indescriptible me golpea, y siento cómo mis extremidades se endurecen y la piel comienza a transformarse. El terror y el asombro se reflejan en mis ojos mientras el cuerpo se convierte lentamente en corteza y mis brazos se alargan, estirándose hacia el cielo.

Quiero gritar, pero mi voz se ahoga en la garganta. Siento cómo mi humanidad se desvanece, reemplazada por la inmovilidad del árbol en el que me estoy convirtiendo. 

El crepúsculo torna, luego la oscuridad de la noche, entonces… El bosque, confiando en su centinela, espera al siguiente soñador.