La trampilla de la memoria
Alberto Hidalgo
La nave espacial Orion-X12 se movía a una velocidad de 65.000 km/h, con destino al exoplaneta Keller-1750c, situado a 40 años luz de la Tierra. El viaje tenía por objetivo el reaprovisionamiento de la colonia instalada en aquel lugar pero, además, cumplía una misión confidencial.
En su interior, el mecánico aeroespacial, Philippe Benet, realizaba un minucioso recorrido por cada uno de los paneles de control de los nueve pisos de la nave. La computadora de a bordo, Paige, lo asistía nombrando uno a uno los parámetros a chequear: funcionamiento de los circuitos eléctricos, sistema de refrigeración, nivel y calidad de oxígeno, cantidad de agua en los reservorios, temperatura en el interior de las cápsulas…
Philippe era el único tripulante y encargado de supervisar y asegurar el funcionamiento de los complejos sistemas de la nave. El valioso cargamento: semillas de árboles y plantas conservadas a muy baja temperatura en cámaras de frío y embriones congelados de algunos animales de granja. El objetivo: evaluar la capacidad de adaptación en el nuevo mundo. Además, llevaba provisiones de alimentos y herramientas requeridas por los primeros colonos.
Pero la carga más importante en la enorme Orion-X12 eran los 350 seres humanos que viajaban criopreservados en cápsulas personales de vidrio, dotadas de la más alta y compleja biotecnología. Los intentos por transportar personas en viajes anteriores habían fallado. Esta vez, febrero del año 2235, la compañía había asegurado su total eficacia.
Philippe llevaba a cabo su rutina diaria de manera automática, y le tomaba casi todo el día de trabajo. Apenas podía observar el fabuloso paisaje estelar que lo rodeaba. A las siete de la tarde, el chip que tenía instalado en el torrente sanguíneo de su brazo derecho empezaba a liberar la droga que lo llevaría a un profundo sueño. Las luces se apagaban, y la nave volvía al silencio.
El día número 348 de aquel viaje, Philippe ya casi terminaba su recorrido cuando un fuerte impacto lo hizo caer al piso, rodar y golpearse fuertemente. Los circuitos eléctricos de la nave encendieron la alarma; detectaron una falla en alguno de los sistemas de la nave. Philippe escuchaba, pero no podía moverse, y se desvaneció.
Al cabo de unas horas, recobró la conciencia. Su cabeza y su brazo derecho le dolían mucho. Escuchó la voz de Paige: «Philippe, ¿estás bien?, el escaneo de tu cuerpo indica que solo tienes una contusión en la cabeza y un fuerte golpe en el brazo derecho». Se levantó con cierta dificultad. Paige le informaba que habían sufrido el choque de un escombro espacial que no había sido advertido y que debía acudir con urgencia a la sala de criogenización, cápsula 272A. Philippe acudió lo más rápido que pudo, arrastrando su cuerpo doliente.
Una luz roja titilante del panel de control marcaba una falla de escape de aire y frío. Philippe empezó a revisar minuciosamente buscando alguna grieta o perforación. Al acercarse a uno de los costados notó, a través del vidrio empañado, que una mano de mujer se movía casi imperceptiblemente. La voz de Paige lo alertó: «Philippe, riesgo de colapso, urgente debes sellar la base inferior de la cápsula». Él seguía observando sin reaccionar. Buscó el rostro de aquel humano; se trataba de una mujer bajo una delgada capa de telas criogénicas que, como los pétalos de un capullo, empezaba a abrirse lentamente para dejar salir una pequeña cantidad de aire. Paige encendió la alarma, y un ruido ensordecedor lo trajo a conciencia. Rápidamente selló la cápsula, y después de varias horas de trabajo, logró restablecer los parámetros normales. Quedó exhausto.
Esa noche no podía conciliar el sueño. Aquella mano, aquel rostro bajo el capullo, no podía quitárselos de su mente.
—Paige, revisa mi chip intravenoso —ordenó luego de buscar en su manual de la computadora posibles causas de insomnio.
—Chip intravenoso dañado; necesitas reemplazarlo. Indicaciones para reemplazo del chip… —siguió Paige explicando, mientras él miraba por la ventana un luminoso conjunto de estrellas.
—Paige, ¿puedes decirme cuánto tiempo de viaje nos queda?
—Nos faltan 1112 días terrestres de viaje para llegar al exoplaneta Keller-1750c.
—Paige, informa qué otras funciones cumple el chip.
—El chip cumple 2 funciones: liberar un fármaco somnífero y liberar una sustancia que borra la memoria reciente.
—¿O sea que mañana no recordaré lo que pasó hoy?
—Eso es correcto.
—Paige, ¿qué pasaría si no reemplazo mi chip?
—Si no lo haces, tu salud emocional y psicológica fallará; caerás en cuadro depresivo debido a la soledad y perderás la cordura. Debes cambiar tu chip —concluyó la computadora.
La difícil decisión tardó en llegar. Philippe reemplazó su chip, pero antes grabó un archivo en su laptop llamado 272A. «¿Quién sabe?», pensó justo cuando las drogas del sueño y de la amnesia empezaron a hacer efecto.