Mirtha Briñez

Inmutable

Casandra y Roberto habían estudiado la carrera juntos, siempre compitiendo por el primer lugar; ella era mejor, en especial en los artículos de investigación. Ambos ambicionaban trabajar en el canal de noticias propiedad del padre de ella. El noticiero estelar gozaba de credibilidad y como consecuencia, de un alto índice de popularidad.

Ella tuvo que conformarse con el cargo de jefe del noticiero, no sería la estrella, su aspecto físico no la favorecía. Roberto en cambio, resultó perfecto para el cargo: guapo, elegante, con modelada voz y “cara de jugador de póker”. 

Casandra se la tenía jurada a Roberto; comenzó a escarbar en su vida, buscando algún motivo que lo perjudicara. Después de mucho hurgar en el pasado de Roberto, encontró   una denuncia contra el padre de él, por acoso. Lo acusaba una estudiante.  Por esos misterios de la vida el hecho no se investigó. El padre era un reconocido catedrático y escritor.

Ella era buena en investigar, tenía contactos en la policía… pagaba bien. Halló que existían varias denuncias que fueron desestimadas. Entrevistó a las agraviadas y una de ellas, aseguraba que había sido violada. Con paciencia armó un caso y las convenció para reavivar el asunto. El fiscal ordenó el arresto del profesor y a petición de la defensa, se hizo con discreción.

Pocos medios de comunicación estaban en conocimiento de la noticia, salvo Casandra. Ella se aseguró de una amplia cobertura. Precisamente esa noche, Roberto no tuvo tiempo de repasar las noticias; un accidente de tráfico lo había retrasado.  Leía sin pestañar el encabezado de la nota de prensa, el nombre del detenido; erizó su cabello, pero ni por un segundo perdió la compostura y continuó la narración sin inmutarse.

Al culminar el programa se dirigió a la oficina de su jefe, sin mediar palabras y con cara de póker, disparó a la cabeza de Casandra.