Ana Efigenia Moita
Una amapola entre algodones
1 de septiembre de 2007, Madrid
Hoy el sol ha despertado tupido por millones de algodones. Se han tomado la libertad de danzar delante del astro mayor. Los muy osados han aparecido y han desaparecido cuando les ha venido en gana. Un tintineo incesante de minúsculas gotas de agua ha saltado desde los algodones para amenizar la danza. Mientras la luz y la oscuridad se batían a duelo, has brotado tú, mi pequeña amapola. Bienvenida al mundo, deseada promesa.
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A ti, querida hija
23 de octubre de 2023, Madrid
Te has olvidado de gesticular con los músculos de la cara. Ya no sonríes. Casi no hablas.
Te rizas las pestañas. Las tiñes de negro y las alargas. Te ves mejor. Incluso te ves como si fueras otra flor.
Manchas tu piel con el color del melocotón, y a veces con el color de la fresa. Sabes hacerlo; lo logras al emborronar la zona alta del pómulo para afinar el rostro… ese rostro en el que no te logras ver.
Das luz a la punta de tu nariz para enmascarar la aversión que le tienes a tu propia imagen. Hay días que los polvos brillantes la cubren por completo, disfrazando tu obsesión.
Tienes los labios carnosos y delineados. Preciosos. Aún no te ha llegado el atrevimiento para pintarlos con colores de guerra. Al revés: los suavizas para que pasen desapercibidos, al igual que tus palabras. Menos cuando gritas y rompes la voz para desafiar al mundo, sin entender que los desafíos solo son eso: desafíos, y que el mundo no te va a responder.
La calma acompaña tus pasos, tus movimientos, tus respuestas… Aunque tu sangre fluya como si saliera de un hervidero deseosa de encontrar una escapatoria. Niegas el desasosiego al que te sometes y te empeñas en semejar ser una estúpida.
Perdiste el poder de la mirada: el tiempo te la arrebató. Tan joven y tan mayor… tan libre y tan presa… Ahí la retienes, guarecida tras la máscara de pestañas. Enrejada y secuestrada por la inmadurez.
Un monstruo ha venido a verte. Es enorme, más grande que yo. No sé cómo ayudarte, hija.
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La muerte
Eres presa fácil.
Ingenua engreída. Crees que lo sabes todo… que puedes ocultarte detrás de la mentira o pintar tu alma de blanco cuando nadas en el barro. Te disfrazas cada día para afrontar la vida. Voy a tu encuentro.
A ti, madre
24 de octubre de 2023, Madrid
Yazco sumergida en el agua, con las muñecas rajadas. He provocado que mi cuerpo se vacíe. Que mi ser se derrame. Que sienta frío. Por fin he encontrado una salida. Soy una amapola deshojada. Una flor desteñida: sin savia, sin alma.
Mantengo el rostro pétreo, con una mueca dulce y los ojos cerrados, atrapados entre las rejas que apresaron mi forma de mirar, mi forma de entender. Sigo encarcelada por fantasmas, perdida entre bambalinas, huyendo de batallas perdidas.
Ya no me gusta el color del melocotón, ni el color de la fresa. Ya no hago magia en mi nariz. Ya no me callo, ya no puedo gritar, ya no estoy, ya me fui.
Veo que lloras sujetando mi mano, que intentas que regrese dentro de mi cuerpo. Quieres cesar mi marcha, parar mi muerte.
Desde aquí puedo mirar lo que nunca vi. Desde aquí puedo pedirte que me pintes los labios, ¡que ya por fin lo conseguí!
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Monstruo
Sí, soy fuerte e inmenso. Puedo con todos: hombres, mujeres, niños, niñas, adolescentes, jóvenes, mayores… No se me resiste nadie. Me apodero de los sueños, de la fuerza, de la delicadeza, de la furia, de la terquedad, de la melancolía, de la tristeza, de la alegría, de la rabia, de la inocencia, de la valentía, de la vida… No tengo cura; no pueden vencerme: solo amansarme.
Nadie sabe la causa de mi llegada: unos dicen, otros sugieren, otros inventan…
Me bautizaron con el nombre de “depresión”, y soy mucho más que un hoyo profundo donde escarbar: soy un agujero sin final.