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Buenas intenciones

Rosa Fernández

Tenerife, 15 de junio del 2022

 

Querida Señorita:

 

Me llamo Catalina y soy tu vecina de al lado. Te extrañarás que me ponga en contacto contigo por este medio, pero llevo en cama más de dos años, lo que me dificulta el poder hacerte una visita como Dios manda. Espero que mi asistente te haya entregado esta misiva, y así poder hacerte llegar mi mensaje de esperanza.

 

Por diversos sucesos acontecidos hasta ahora, he llegado a la conclusión, de que tal vez, hayas pensado alguna vez que Dios no escucha tus oraciones; muchos son los que piensan así, pero tengo que decirte que eso no es cierto. Así nos lo viene a recordar el salmo 65:2 que dice: “¡Oh Tú, que escuchas la oración! Hasta ti viene todo hombre; porque tú respondes a nuestras oraciones”. 

 

Supongo que te preguntarás por qué te digo todo esto; no te apures: ahora lo descubrirás. Aunque mi cuerpo está postrado en una cama (la edad no perdona), sin posibilidad de llevar una vida normal, no puedo decir lo mismo de mi oído: lo sigo manteniendo en tan buen estado como cuando era joven. Desde aquí escucho exclamaciones y peticiones dirigidas a Nuestro Señor y ese “¡Oh, Dios mío!” que en ocasiones gritas. Me da por pensar que no estás del todo segura de que Dios te oiga. Pero no es así, hija mía. No pierdas la esperanza, pues Él vela por todo su rebaño.

 

Por otra parte, me desconsuela cuando, con una voz que siento sin aliento, le clamas a Dios: “Quiero más”, y en repetidas ocasiones, por si fuera poco. Hija, no debemos ser avariciosos; por el contrario, hay que trabajar la mansedumbre y la paciencia. Debes aprender a estar contenta con lo que tienes, y ese afán tuyo de exigir me tiene preocupada, jovencita, sobre todo cuando dices: “¡Dámelo todo, ¡ya!” con un tono de voz cercano al desmayo. A pesar de lo que te comenté antes, siento mucho tener que decirte que hay ciertas oraciones que nuestro Señor no escucha, sobre todo aquellas que vienen promovidas desde la avaricia.  Así nos lo viene a recordar, en el versículo Timoteo 6:6,8: “Gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto”.

 

Y sin más me despido; tan solo he de decirte que, si deseas conocer algo más sobre los mandatos de nuestro Señor, te invito a que vengas a visitarme, sin ningún tipo de reparo y cuando lo estimes oportuno. Para mi será un verdadero placer, ya que la soledad es mi mayor compañera en esta última etapa de mi vida.

 

Atentamente, tu vecina

 Catalina

 

  1. A pesar de que me hace feliz que alguien joven como tú ore a nuestro Señor, te pediría que, entrada la noche, moderaras tu voz, ya que, como te he dicho al principio, mi oído está en perfecto estado, y tamañas muestras de emoción, en horas tan intempestivas, me dificulta dormir (algo que a ciertas edades es primordial). Nos van quedando pocos placeres en esta vida llena de sacrificios, y descansar con tranquilidad toda la noche es uno de aquellos. Te estaría eternamente agradecida si lo tuvieras en consideración. De nuevo quiero recordarte que me tienes aquí para lo que desees.
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