Besos
Ana Fortuny
Pierre amaba a Marie. Lo sé porque todo el tiempo la perseguía. La acosaba sin ser discreto. A la menor oportunidad, cuando estaba desprevenida, trataba de besarla. Se acercaba despacio. Sus ojos negros se ponían grandes y redondos, y sus labios se movían de adentro hacia afuera, una y otra vez, como si tocaran una armónica invisible. Y cuando casi lograba rozar la boca de Marie, ella se daba la vuelta, movía su cola larga y sus aletas color naranja, y en un instante llegaba a la otra esquina.
Ella también movía sus labios como si estuviera dando un beso, mas yo sabía que era sólo para dejar entrar y salir el agua y para calmar su angustia. No sé si Marie murió de cansancio o porque le dio alguna enfermedad. Hace una semana la encontré flotando en la superficie. Cuando uno de los peces muere, los otros se comen pequeñas partes de su cuerpo. Pero Marie estaba intacta. Parecía dormida sobre la arena blanca. Pierre nadaba en círculos a su alrededor. Besaba con delicadeza cada una de sus escamas, intentando animarla, como si le dijera: “Marie, levántate, el agua está estupenda, demos una vuelta entre las algas.” La miraba y la miraba y no dejaba que los guppies se acercaran. Con la redecilla la saqué. Me costó hacerlo sin lastimar a Pierre. La envolví en una servilleta y la enterré en el jardín.
Hoy fui al acuario a buscar otra Marie, tenía que hacer algo para animarlo. Encontré una muy parecida. He colocado la bolsa sin abrirla dentro de la pecera. La nueva Marie tira besos a los demás peces que se acercan con curiosidad. Desde su esquina, Pierre la observa con la boca cerrada. Ha empezado a perder algunas escamas. Libero a Marie Segunda y nada rápido para escapar de la bolsa. Irá detrás de Pierre y tratará de besarlo. Pero, ésta fue la última, ya no compraré otro ejemplar. Si no es una Marie, es un Pierre el que no quiere dar besos.