Vergüenza

Amparo Piñeirua

 Desde siempre Juan fue mi mejor amigo. Nuestros padres se conocían, vivíamos a una calle de distancia. Éramos inseparables íbamos y veníamos desde nuestra escuela, tarea también juntos, luego a jugar hasta hacerse noche.

   Fuimos creciendo, nuestra amistad se mantuvo igual, empezaron los partidos de softball, del mismo equipo los dos, las fiestas, las novias. Teníamos un acuerdo, si no nos gustaban nuestras novias, cortábamos con ellas, primero los amigos.

    En los últimos semestres en nuestra carrera, cuando Juan me presentó a Margo, fue aprobada inmediatamente, era simpática, abierta, alegre enseguida nos llevamos bien, congeniamos.

   Por un tiempo salimos los tres, hasta que yo conocí a Silvia y entonces salíamos los cuatro a todas partes.

   A los pocos años nos casamos fuimos padrinos mutuos en la boda.

   Cuando llevaba diez años casado me divorcié, no funcionó, me quedé sólo, pero mis amigos me acogieron.

   Ellos eran un matrimonio sensacional se llevaban bien, empezamos otra vez a salir los tres a todas partes.

   No se lo que pasó, pero Margo me empezó a gustar, además yo no le era indiferente.

   Mi cabeza me decía, “aléjate, eso no puede ser, es tu mejor amigo”, está traición no se le puede hacer a un amigo. Vivía atormentado, no podía dormir por las noches, pero también siempre pensaba en ella.

   Un día encontré un papel en mí chaqueta decía, “nos vemos mañana, Café Insurgentes a las seis de la tarde”. No tenía remitente, pero sabía muy bien quien era. 

   No dormí nada, mí cabeza me decía, “no vayas por ningún motivo”, pero mi parte instintiva…, “si ve, no te pierdas esta oportunidad”.

   Asistí, ahí estaba ella, muy guapa, me senté, platicamos, primero como dos grandes amigos, nadie se atrevió a ir más allá.

   Las citas continuaron, cada vez eran mas frecuentes. Las conversaciones pasaron a un plano más íntimo. El lugar cambió, los encuentros eran en un hotel.

   Vi por última vez a mis amigos, ahora eran examigos, cuando Margo salía conmigo del hotel, al principio éramos cuidadosos, salíamos por separado, pero al tiempo nos confiamos.  Juan nos esperaba sentado en un sillón, en el lobby, cuando pasamos enfrente sin darnos cuenta nos dijo, “¿Te divertiste mi amor?”.

   Quisimos hablar, no lo permitió, salió furioso del lugar.