Tü no puedes | Seba Smith
Abrió los ojos y tomó su celular; vio que ya eran las ocho y cuarenta y cinco de la mañana. Ya estaba atrasado. Saltó de la cama y entró al baño sin cerrar la puerta, se bañó rápidamente y abrió la cortina. El espejo estaba empañado hasta la mitad y reparó en un mensaje que estaba escrito en él, el mensaje “tú no puedes”.
— ¿La Ale me habrá dejado este mensaje? Qué mal, yo creo que sí puedo. ¿Qué me quiere decir? ¡Ya deja eso!, tienes que salir rápido.
Limpió la condensación del espejo con la mano y borró el mensaje. Se arregló y salió corriendo al metro.
— ¿Qué me quiere decir? Bueno, hace tiempo que no tengo trabajo. Pero anoche estaba todo bien. Quizás no se anima a decirme en la cara que no puedo resolver mi vida y que ha pasado mucho tiempo. ¿Está aburrida de tener que pagar todo?, de tener que restringirse con las cosas que le gustan. Ufff, no sé.
El metro paró en la estación. Él se bajó y corrió entre la gente para llegar a la empresa donde tenía una nueva entrevista de trabajo. Otra oportunidad para retomar esa parte de su vida que había perdido hace ya más de ocho meses.
— ¡Hola! Buenos días, mi nombre es Juan Fernández, vengo a una entrevista.
— ¡Hola! Sí, dame un momento. Mira, acá tengo una ficha que necesito que llenes. ¿Tienes lápiz?
— No, ¿me puedes prestar uno?
— Claro, toma.
Cuando le pasó el lápiz, él no pudo evitar ver el anillo que llevaba ella en su dedo anular.
— Disculpa, qué lindo tu anillo.
— ¿Sí? ¿Te gusta?
— Sí, me encantó.
— Me lo regaló mi novio.
— Tiene muy buen gusto, y no lo digo solo por el anillo. Sin duda, es un hombre afortunado.
Ella se sintió bien con el comentario; él tenía muy buenas maneras y una forma muy espontánea y agradable para interactuar con las personas. Llenó el formulario y le avisó que estaba listo. Ella se levantó de su puesto y le pidió que la acompañara.
— Te voy a llevar a la oficina donde te van a entrevistar.
— No te molestes, dime dónde tengo que ir y yo me las arreglo.
— No, te quiero acompañar. Me caíste bien y quiero ofrecerte un café. Tenemos una máquina de café espectacular, ya vas a ver.
Pasaron por el café y, en el camino, comentaron trivialidades. Entraron a la oficina y ella lo acompañó hasta que llegó el ejecutivo que lo iba a entrevistar. La entrevista avanzó; él logró sentirse cómodo y desarrollar con claridad todas las preguntas.
— Juan, sin duda tienes la experiencia necesaria. Pero quiero ser honesto contigo, estás evidentemente sobrecalificado para esta posición.
— Sí, bueno, no he hecho caso de modificar mi resumen para presentarme con menos experiencia; no me gusta manejar las cosas de esa forma. Ahora, a pesar de eso, yo estaría feliz de tener la oportunidad de ayudarlos. Y, bueno, si te parece que no soy la persona correcta, no hay ningún problema, todo bien. Valoro mucho tu honestidad.
— Sí, solo quería ver qué pensabas de eso. La verdad, tú tienes algo; siento que podríamos trabajar muy bien. Mira, tengo más entrevistas y espero, en dos semanas, estar tomando una decisión.
Se despidieron afectuosamente. Se acercó a la salida y ella se levantó para preguntarle cómo le había ido, le deseó suerte y se despidieron. Tomó el metro y recordó el mensaje “Tú no puedes”.
— ¿Será que piensa que soy torpe y por eso no puedo? En realidad, ¿qué me costaba modificar el resumen? ¿Para qué ser tan transparente?
Llegó a su casa y ella ya estaba ahí. Él quería saber de qué se trataba el mensaje, qué pretendía decirle.
— ¡Hola, amor! ¿Cómo te fue?
— No sé, se me ocurre que bien, como siempre, pero ya sabes, no consigo nada, ¿no?
— Ay, vamos, ya va a salir algo, tranqui. ¿Viste el mensaje que te dejé en el espejo?
— Sí, ¿qué onda con eso? ¿Por qué “tú no puedes”?
— Jajajaja, no tontito, el mensaje era “tú no puedes ser más lindo”, mira, te lo muestro.
La parte del mensaje “ser más lindo” estaba impresa en la parte del espejo que no se había empañado esa mañana. Las cosas habrían sido un poco diferentes para él, solo si hubiera cerrado la puerta.