OttO y sus amigos asperianos

Vicente Nadal

OttO era un asperiano (del planeta Asperion) al que le faltaba poco para celebrar su tercer cumplesiglos de edad. En su mundo, tres siglos de vida eran muy poco tiempo; por eso, aún era un niño entre la población asperiana.

Tenía muchos amiguitos, con los que siempre estaba jugando. Aunque a OttO le gustaba jugar a ser explorador o a cualquier otro juego, el preferido por él consistía en ir a las colinas de arena roja para lanzarse rodando por ellas y pringarse todo el cuerpo de rojo; de esa manera, la tonalidad anaranjada de su piel se hacía más intensa. Era su disfraz favorito.

Un día, cuando OttO estaba jugando por allí con sus amigos, escucharon un estrépito muy fuerte detrás de la segunda colina. La curiosidad los motivó, así que acudieron rápido para descubrir la causa de semejante estruendo.

Los cinco se quedaron paralizados ante la escena: una extraña nave había impactado sobre la arena roja. Pensó OttO: «Podría ser de otro lugar, de un mundo diferente al nuestro». Los niños estaban muy impresionados, pero no podían dejar de mirar y de imaginar.

De sopetón, aquel artefacto produjo un chirrido metálico mientras se abrió una compuerta. Por allí, dando saltitos, salió un ser que duplicaba el tamaño del asperiano promedio. Tenía la piel blanca, y la cabeza era transparente; llevaba unos enormes zapatos, pero no caminaba: solo daba brincos en cualquier dirección; además, colgada en su espalda, llevaba una caja azul brillante conectada a su cabeza.

La extraña criatura ─que brincó hacia ellos─ solamente pretendió acercarse al grupo de niños, quienes, sin embargo, salieron corriendo temerosos.

OttO llegó sofocado a su casa. Cuando entró, rápidamente, le dijo resollando a su mamá:

─No me vas a creer, pero acabamos de ver una nave espacial de otro mundo, y de esta ha salido algo vivo. Una criatura que… ─le explicó con detalle todo lo que había visto. 

─¡Sí, cariño! ¡Tranquilízate! Estás muy alterado, y eso no es bueno para ti ─respondió su madre, apaciguadora─. Ahora tengo que dejarte, pero volveré enseguida. Espérame; en casa estarás seguro.

 AnnA, la madre de OttO, utilizó el transportador holográfico de uso doméstico para acudir a la reunión prevista con la alcaldesa y su esposo, el arquitecto del poblado ─urgía resolver el problema del desagüe comunal─. Sin embargo, AnnA aprovechó la ocasión para contarles lo que habían descubierto un grupo de niños. 

Después de haber escuchado el acontecimiento, la alcaldesa se manifestó rotunda: 

─¡Calma!, enviaré a la policía para que investigue lo sucedido. ¡Ah!, y  todos los niños deberán permanecer en sus casas, hasta nueva orden.

Al acabar la conversación, AnnA desconectó el transportador y volvió con OttO para hacerle compañía y tenerlo distraído sin salir de casa. 

En el instante en que su mamá se descuidó, OttO fue a hablar con sus amigos para animarlos a investigar  lo que habían descubierto.

Los cinco amigos decidieron salir a escondidas. Con cautela, llegaron al sitio, adonde avistaron el artefacto venido de otro mundo. La extraña criatura seguía allí mismo, junto a la nave inmóvil; como pudo, les hizo saber que necesitaba ayuda para reparar la maquinaria averiada.

Los niños asperianos, recelosos ante lo desconocido, no le creyeron al principio; en cambio, luego se dieron cuenta de que era cierto: ¡sí que necesitaba ayuda! Sin dudarlo, regresaron al poblado en busca de apoyo; sabían que sus padres los regañarían por desobedientes, pero ellos soportarían el bochorno con tal de conseguir ayuda.

Por fin, OttO y sus amigos lo consiguieron. Esta tercera vez, acudieron al lugar del encuentro en compañía de sus padres y madres. Ocultos en el borde de la colina, pudieron observar a la extraña criatura manipulando su nave sin éxito (seguía averiada); entonces, decidieron ayudarlo.

Después de un buen rato haciéndose señas, dibujos, y de un buen trabajo en equipo, por fin encontraron la avería y pudieron repararla.

Una vez que todo aquel galimatías quedó bien ensamblado, la extraña criatura embarcó; les dio muestras de agradecimiento por la ayuda recibida y, finalmente, se marchó.

Estaban fascinados mirando cómo despegaba y desaparecía aquella nave en el espacio. 

Algunos se preguntaban en silencio: «¿Volveremos a vivir algo parecido?».