No soy

Ana E. Moitas

Acaricio la piel que guarda los golpes con mis dedos quebrados y melancólicos. Los observo de forma borrosa a causa de mis lágrimas secas. Quieren tocar, pero no tocan. Tiene colores, muchos; lucen intensos y llamativos, con dibujos imprecisos que mezclan dolores. Me guardan el gran secreto, aunque a veces chillan en silencio, a veces reclaman atención, a veces muestran la traición. 

Hoy es un día cualquiera, de esos en los que pienso en desaparecer. En los que estoy, pero no estoy, en los que vivo, pero no vivo, en los que muero, pero no muero. Siento que me lleva la marea; en un vaivén de letargos, que me arrolla y me arrastra hasta el infinito, hasta el más allá, hasta las tinieblas, hasta la desesperanza. Que me revuelca entre sus olas libertinas y me arrastra en su salitre dulce. 

He visto el monstruo humano; el que hay en cada interior. 

Quisiera ser como el agua cristalina y fresca que vierte la montaña por su ladera; con saltos en las rocas que ríen y se revuelcan al paso de su bravía fuerza. Como la ligereza que lleva la corriente que arrastra una marea dulce repleta de vivencias. Como la brisa que acaricia y brinca al arrollar las pequeñas briznas. Quisiera ser la luz que abriga. El calor que abraza. La oscuridad que besa. El frío que alienta. Quisiera…

He comprobado el dolor: el físico y el espiritual. 

Me arremolino: estoy llena de nudos que no puedo deshacer. Me silencio: estoy llena de palabras que no saben hablar. Me acobardo: estoy llena de valientes miedos que no saben luchar. Me empequeñezco: estoy llena de grandes dudas que no encuentran la verdad.

He descubierto la perversidad. 

Gran verbo: idealizar. Caminar los mismos pasos, senderos que lleven a un mismo final, descubrir la felicidad, acariciar las almas, amar los seres, los defectos, las virtudes… Se traduce en promesas incumplidas que blasfeman sobre la humanidad, sobre la sociedad, sobre la tolerancia, sobre el hombre. 

He experimentado el miedo, el pavor, el pánico. 

Quisiera ser almendro: repleto de blancas flores salpicadas de pinceladas rosas. Agarrado al suelo con puras raíces, fuertes troncos y bravas ramas. Con los brazos abiertos para cobijar. Con la generosidad de regalar vida. Con la enseñanza de desnudar y vestir almas. Quisiera…

He aprendido de los errores. 

Perdí mi alma. Divago cada día en busca de una, no de una cualquiera, de una que sepa amarme, cuidarme, aceptarme. Si puede ser que tenga fuerza, valentía y serenidad. Que me haga llorar de la risa y me haga reír del llanto. Que me aclare las dudas o me haga dudar, que me acobarde para enseñarme a luchar, que me envalentone en las derrotas, que me endulce las tristezas y me amargue las proezas. 

He vivido otra realidad. 

Quisiera ser ave: blanca, hermosa y libre. Que despliegue con facilidad sus amplias alas, luciendo sus bellas plumas y planeando sobre infinidad de lugares. Surcando océanos aéreos, descubriendo terrenos y construyendo hogares en cada puerto. Quisiera…

He concedido el perdón.  

No hay muertos vivos, ni vivos muertos. Hay moribundos en los dos mundos: que persiguen encontrar el buen camino, la luz, la paz, la libertad. 

He logrado el mío. 

Quisiera ser cualquiera: con una vida plena, llena de benditas rutinas y preciadas monotonías. Con un buen compañero de viaje, por muy malo que sea el divague. Quisiera…

He soñado.

Quisiera ser columpio: de blancas cuerdas de algodón; amarradas a dos enormes robles pendientes en el borde de un desfiladero. Quisiera balancearme a merced del viento, soportar sus envestidas, voltear, subir y bajar… Y también admirar el vacío infinito desde la maestría de la cima. Quisiera…

He hallado la resiliencia. 

Escondo sollozos. Simulo entereza. Oculto penas. Recreo sosiego. Cubro las marcas, pero no las del alma. 

He odiado. 

Quisiera ser bondad: para teñir a la gente; quisiera ser lealtad: para impregnar al humano; quisiera ser amor: para pintar corazones; quisiera ser razón: para disfrazar el mal. Quisiera…

Pero no soy. 

Soy un bordado de hilos roídos, en una tela desquebrajada repleta de zurcidos que se deshilachan, que no sirve para nada, aunque abrigue, aliente y abrace.