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Sandy Manrique

A contraluz

La primera imagen que te  gustó fue la de tu silueta recortada por la luz azulina de tu lámpara. Hacías de modelo y fotógrafa. Corrías para apretar el obturador  y revisar  el resultado. Una, dos, veinte veces hasta conseguir una imagen satisfactoria. Tu mente se llenó de ideas y creaste tu cuenta en Instagram @lasiluetadeyuli.

 

Al principio solo recibías me gusta de fotógrafos de oficio,  interesados en la pureza de tus imágenes. Para cuando terminaste tus primeras cien siluetas tu cuenta se había llenado de seguidores, atraídos por tu cuerpo de sombras, tu disciplina y las frases de amor propio que compartías.

 

Cuando alcanzaste tus primeros mil seguidores te sentiste volar. Llegaron invitaciones para compartir  tus secretos. Para contar cómo conseguías siluetas tan ingeniosas sin salir de casa. Era cuestión de creatividad recortar  tu cuerpo entero contra una vela, claraboya, ventana, puerta o barras de luz; utilizando ángulos variados. 

 

Tú aceptabas llamadas de voz de tus nuevos amigos. Las videollamadas eran algo con los que no te sentías cómoda. Disfrutabas la oscuridad, dejabas ver secciones de tu cuerpo que querías compartir, siempre en siluetas. 

 

Todo parecía ir bien hasta que llegó un período en el que, una vez más, te negabas a salir de la cama. Cumplías 30 años cuando tu cámara réflex pareció mirarte desde el estante, pidiéndote que te levantaras. Ese día tenías a lo sumo 45 minutos para llegar a  la playa y alcanzar la salida del sol.

 

Te obligaste  a salir. Usabas gorra y lentes. Hacía mucho que el maquillaje no te era necesario. Te subiste a un camión sentándote hasta el fondo,  espacio reducido a gente ensimismada,  quienes no dicen ni buenos días. Un tipo se te quedó mirando como si fueras una amenaza. Tú clavaste la vista  en tu cámara, gentil amiga  que  te ayudaba  a poner  el horror a un lado. 

 

Cuando llegaste a la playa agradeciste que no hubiese nadie cerca. El sol aún no llegaba, solo veías a algunos caminantes surgiendo entre las penumbras de una ciudad que iba despertando. 

 

Colocarías tu cámara en modalidad de retrato. Ajustarías el temporizador y te colocarías en la posición y en el espacio que querías que tu silueta fuera captada. Llamarías a esa imagen: Perfil izquierdo, simple y llanamente. Lo elegiste porque era tu favorito. Porque te encantaba tu silueta a contraluz de un sol rosanaranja

 

El sol vibraba en el horizonte cuando te deshiciste de tu abrigo y tomaste tu foto del perfil izquierdo. Tu cabello largo. Tus piernas fuertes y tus  curvas que debieron advertirte del peligro que corrías. En la foto de tu silueta había una carcajada muda, un triunfo personal del cual, luego supiste, nadie merecía enterarse. 

 

Postearías tu imagen siendo las nueve de la mañana, el mejor momento para recibir unos me gusta. Escucharías a  los corazones llegando, los mensajes de felicitación por una foto soberbia que te hacía sentirte orgullosa de haber salido de la cama. Tus amigos virtuales te aplaudían. 500 likes en menos de una hora. Se sentía tan bien.

 

Con el paso del día tu ánimo comenzó a menguar. La  palabra amigos se quedó bamboleando frente a tus ojos. Siniestra,  se mecía sin descanso. No son amigos reales.  Estás sola.

 

Respiraste hondo.  Tus lágrimas ya habían caído al suelo  mientras caminabas hasta donde estaba Johnnie Walker. Te dices que no deberías. Pero se sentía tan bien beber hasta transformarte en quien eras antes que tu novio te atacara. Mirarte y guiñarte el ojo que conservas en buen estado, aunque sea mientras dure la embriaguez. 

 

Así, borracha, te tomarías una foto, simple y llana. Una foto tuya de frente, por primera vez tu silueta tendría  una cara, o mejor dicho, un intento de cara. Un perfil derecho que dolía con solo verlo. 

 

Tu retrato  era inquietante y lo sabías, pero igual lo publicarías, acompañado de una frase “Me acepto”. Esta vez no llegarīa ningún like. Ningún comentario que te hiciera sentir en las nubes y orgullosa de quien eras.

 

Eras tú. Desfigurada. Sin la claridad de dónde empezaba tu nariz o labios. Eras tú. Con tu copa de whisky.  Feliz cumpleaños, Yuli. 

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