Roy Carvajal
Paradoja de John
El recuerdo del aroma a tarta de frambuesa que cocinaba su madre, arropó sus memorias de la costa este. Se puso el casco para abordar el Jeep que lo llevaría a la base. Dio un beso a su madre y partió a su despegue habitual. Sería otro lanzamiento inolvidable de verano en Cabo Cañaveral. Los recuerdos de su juventud calaban hondo, pero también regresaron a él sus pesadillas. John contempló con un nudo en la garganta como la vida en la Tierra fue erradicada por la colisión del asteroide. El vidrio se empañó con lamentos ahogados de otros astronautas, que miraban confinados en la estación espacial. Una explosión que formaría con sus restos un nuevo planetoide, Terranova.
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La humanidad había dominado la tecnología de viajes interestelares. El puñado de sobrevivientes debió evolucionar su tecnología a la fuerza, acoplando satélites y estaciones espaciales. Mantener la existencia con los pobres recursos que les proveía el gemelo enano de la Tierra, ahora transformada en asteroides errantes. Las noches eran estrelladas en Terranova, donde se estableció una colonia próspera.
Allí se instaló el viejo John, un astronauta retirado, brillante y aventurero. Decidió investigar las implicaciones de los viajes interestelares, no solo en el espacio, sino también en el tiempo. Desarrollaba una cápsula que permitiría enviar objetos y personas al pasado, aunque atentaría contra una ley universal: no se podía interferir en eventos ocurridos.
Afianzó la cápsula en un hangar de gravedad cero frente a su tablero de trabajo y el experimentado John decidió probarla. Los recuerdos dominaban su mente, como si el pasado le pudiese devolver la felicidad. Su deseo era evitar la muerte de su querida madre, antes de que la Tierra fuese extinta.
Programó la fecha y cargó el sistema holográfico, que deslumbró azul sobre su barba grisácea. Imágenes nítidas del desastre captadas en órbita. Dirigió la cápsula meses antes de la colisión a la oficina de su yo del pasado, cuando era astronauta del Departamento de Defensa del Conglomerado de Gobiernos. Se maravillarían encontrando el invento del futuro. La cápsula giró sobre su eje en el contenedor gravitacional. Luego se desvaneció, entre centellas azules e interferencias electromagnéticas.
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El viento cósmico de la noche terranovense refrescaba el laboratorio. John leía artículos científicos en las vitrinas holográficas que iluminaban su tablero de trabajo. De pronto el contenedor gravitacional giró y la cápsula apareció, rebotando entre chispazos de colores. John suspiró emocionado. Regresó intacta semanas después. Quitó el sello de la portezuela y dentro encontró su traje desgastado de joven astronauta. Sobre este, su casco favorito con la bandera de estrellas, abollado de tantos viajes. Se limpió las lágrimas con el dorso de la mano y abrazó el traje con cariño, como si de su madre se tratara. En una de las mangas se leía escrito con rotulador permanente:
«¡Gracias a tí, estamos vivos!»
Pero aquí es donde la paradoja comenzó a actuar. ¿Fue posible que el conglomerado, o su «yo» del pasado creyeran el mensaje del futuro, de un asteroide apocalíptico no detectado por los telescopios?
Volvió a su tablero y se dejó caer en el sillón. Empezó a suponer en voz alta sobando su barba, como un Arquímedes del futuro:
—Al evitar la colisión evitaría a su vez la muerte de mi madre en la Tierra. ¡Pero nunca se habría creado Terranova! ¡Y yo nunca habría creado la cápsula espacio-tiempo! ¿Cómo es que aun vivo en Terranova si evité la colisión con mi advertencia?
La paradoja era inequívoca, el cambiar el pasado traería como consecuencia la destrucción de la cápsula, y con ello, la destrucción de Terranova. Derrotado por la necesidad de hallar una respuesta, llegó a la conclusión de que no podía borrarse el pasado: Los recuerdos de la costa este. La brisa en el vaivén de las olas junto al llamado de las gaviotas. La mirada llena de admiración de su madre y la emoción de los viajes espaciales. Memorias irreversibles.
Primero las piernas, luego las mangas. Se puso el traje que llegó del pasado. Conectó las mangueras en el panel de oxígeno. Se colocó el casco viejo y abollado. Oprimió el seguro de la portezuela y entró. La cápsula se desvaneció entre chispazos azules.
Un asteroide iluminó la noche terranovense.