Musas

Roy Carvajal

Lo que cuento es porque sé de su prosa. El chico se casó muy joven con Artsy. Fuerte, seria y formal… tan formal como el arte ruso del siglo ocho. El amor leal de un joven hacia ella. Su pasión por lienzos, cuadros y trazos puso a la musa Artsy en un altar.

Dicen que «el arte no vende si no se muestra». En el trajín de esa vida fiel al arte, topó con Mrs. Slogan. Humo de Lucky Strike en su boca fina. Una risa falsa. Glamour y moda eran su rostro. Triunfo era su mote. Viajes, premios, autos, Cannes, fama, brindis, drogas. El chico rompió con Artsy y dio su alma a su nueva musa. Mrs. Slogan le colmó de bienes. Gozó con ella pero el tiempo le quitó el brillo. Un tono gris. La verdad es que tenía un hueco por dentro y la dejó. El chico tonto pero rico vagó muy solo por Amstel y Flandes. Yerba, hongos y hachís. Cubrió el este y el oeste con su auto. Tiempo libre sin final hasta que gastó su botín en un vuelo. 

Tomó un avión hacia Tokio, y ya sin sueldo, buscó empleo. Allí dio con Tai-too, nívea como el papel, con luz joven en sus ojos y un pez Koi marrón en su hombro. Pelo largo de tinta china, de un brillo negro sin tacha. Pero un affair con ella era duro. El vigor joven de Tai-too lo hizo sentir viejo. A su edad ya no era hábil con la pluma y el lápiz. Mas aun, era raro el solo pensar en hablar su lengua. Pero ella le quiso auque fuera mayor que ella. Lo amó. La besó. Curvas, sombras,  piel, tinta, sangre y semen. Pero algo salió mal. Choque de karmas. ¿Celos? Quizá. ¡Mamá! Gritó el niño. El hijo de Tai-too era un hijo de la mafia. Así que también la dejó y cedió su amor al nipón. Pensó en volver con Artsy, pero temió una riña por sus líos con otras musas. 

 

«Vi manchas de sangre en rojo crimson que salen de mi rostro. 

Bultos color lila y prusia en las cuencas de mis ojos que arden. 

Un pincel se clava en medio de mi tórax. 

Cadmios y ocres salen a chorros de mi boca. 

Ella hace que cumpla mi pena ».

 

Pero el chico, ahora hombre, venció sus miedos. Artsy le dio el perdón  y tuvo que posar para ella con su alma fútil, como un Rodin lleno de pena. Así que huyó de ella. Una vez más. Cambio de aire, dijo él y bebió solo. La vida sin las musas se volvió libre. Gozó del baile y de los clubes, como un puto del arte, como un rockstar.

Musas en mente. La noche. El whisky. El vodka. Mano en vaso, vaso en boca… mano en vaso, vaso en boca. Las llaves. El auto. Las luces. El muro. Huesos en partes.

En su crisis volvió Mrs. Slogan, ahora vieja y sin glamour. Ella le dio sostén y un doctor le dio libros con el fin de paliar su trauma.

Y la cura llegó. Dio con su nueva musa, con la que hoy puede beber de sobra mientras viaja por otros mundos. Ebrio de ansias corre sus dedos por mi cuerpo y traga mis letras con sus ojos vivos. Su nariz huele con gozo el papel que viste mis frases y las hojas vuelan a mil por mes. Siente mi olor a tinta de offset. Se abre a mí sin pudor. Soy Lythos, su nueva musa. Por las noches suelta su alma y las teclas cuentan su vida. Se siente Carver, Poe, Verne… se vuelve joven y virgen de nuevo. 

Cuando somos uno lo llevo a cruentas luchas plenas de monstruos por vencer, lo porto a mundos de ficción, de hadas, de elfos, de astros y de magos. Sí, lo que cuento es porque sé de su prosa, pero también sé lo que ama leer. Su alma debe partir del mundo con las otras musas, las buenas y las malas, pero seré yo quien le dará una vejez digna hasta que halle la senda final de su propio viaje.