La mejor, ¿A qué precio?
Leire Mogrobejo
Enriqueta la Hiena era un animal que estaba muy seguro de sí mismo. Se autopremiaba de halagos, y no desaprovechaba una oportunidad para menospreciar el trabajo ajeno. Cada vez que se reunían en la clase de pintura de acuarela, la Hiena decía:
«Mira qué bella es mi pintura; el color que he realizado en mis flores es más puro que el tuyo», le decía a la Paloma Blanca. «Mira el azul de mi mar, y el rojo de mis puestas de sol son más realistas que las tuyas», le decía a la Hormiguita.
A la Paloma le gustaba pensar que, en realidad, Enriqueta no se daba cuenta de que, diciendo esto, hería el corazón de sus compañeras. Un día se montó un jaleo muy gordo, y la Hormiguita se puso a llorar, y la maestra Cacatúa se tuvo que enfadar y la reprendió:
—Señora Hiena, ¿cree que en la vida puede ir pisando a la gente con la excusa de querer mostrar que es la mejor? ¿No cree que ser más humilde la ayudará a ser mejor persona y a su vez ser más amada?
—No necesito ser amada, ni ser humilde; soy la mejor porque soy la que más tiempo dedica a su pintura.
Y, así, Enriqueta la Hiena acabó sus días sola, aburrida y triste en su guarida. Eso sí, siendo la mejor pintora