Contra la acera | Andrés Pino
Su cabeza golpeó contra la acera con un ruido seco y su cuerpo se quedó inmóvil. Miré a
mi alrededor, no había nadie.
Cogí del bolsillo interior de su chaqueta el pasaje para el barco y su documentación.
Aunque el tipo había cumplido mi edad hacia apenas unos días, tenia una hermosa mata
de pelo y yo casi estaba calvo, pero tendría que servir.
Necesitaba salir del país y no era el momento para ponerse exquisito con los detalles del
plan.
Le quité su ropa y me la puse y así vestido del muerto me dirigí a la pasarela del barco.
Pasé el control con gran facilidad, demasiada incluso. El personal que revisaba los
pasajes, no obstante, le hizo un gesto a un señor alto y encorbatado que me esperaba al
otro lado del control. Cuando llegué a su altura me paró un instante y me tendió la mano.
– El señor Maldonado supongo?- dijo con una voz profunda.
Yo hice memoria sobre los apellidos del muerto y asentí enérgicamente.
– Sígame por favor, le enseñaré su camarote, y luego si quiere le puedo mostrar el resto
de dependencias del barco. ¿Su esposa embarcará más tarde?
¿Mi esposa? Pensé yo para mis adentros. La cosa se complicaba, y es que cuando uno
rompe la cabeza de alguien contra la acera no sabe cómo era su vida y si le interesa
adquirir las ataduras conyugales que suplantar su personalidad le pueden acarrear.
– ¿Mi esposa? – Contesté – No, espero que no
– Viaja solo pues en esta ocasión? – Continuó preguntando él
– Sí, así es. – Respondí de forma escueta.
– Déjeme entonces que le lleve primero a ver el salón principal del barco, creo que lo
encontrará especialmente interesante.
Mientras seguía por los pasillos del barco a mi anfitrión, mi cabeza no paraba de dar
vueltas sobre quien demonios debía ser el señor Maldonado y porque tenia que ser
interesante para él el salón principal del barco.
Antes de encontrar una respuesta ya habíamos llegado a lo que parecía un amplio salón
totalmente a oscuras. Negro en su interior cómo la boca de un lobo.
– Disculpe, parece que el salón esta sin luz, voy un segundo a subir el diferencial, si
quiere entre dentro y espéreme. Enseguida vuelvo. – Dijo mientras desaparecía
rápidamente por el pasillo.
Entré con sumo cuidado en la oscuridad del salón. No se veía absolutamente nada, pero
me pareció sentir en su interior una presencia. Acalladas respiraciones. Como si algo
acechase agazapado esperando su momento para saltar sobre mi.
Sentí miedo y me di media vuelta dispuesto a marcharme, y justo cuando iba a atravesar
la puerta de camino al pasillo, se hizo la luz a mis espaldas. Un sudor frio recorrió mi
cuerpo y pensé en girarme lentamente para ver el interior del salón, pero una docena de
voces al unísono desde dentro de la estancia gritó “¡Sorpresa!” y por suerte no termine el
giro de mi cuerpo, y mientras todos empezaban a cantar con una sola voz el cumpleaños
feliz, yo salí caminando lentamente hacia el pasillo, dándoles aun la espalda y pensando
cuál seria el momento correcto para echar a correr.