Un encuentro fantasmal
Anayancy Mascareño
El señor Huckens llevaba veinte años trabajando para la agencia fantasmal “Ghot’s Christmas”, dedicada por siglos a llevar espíritu navideño a miles de hogares. Fundada a principios de 1844 por Mr. David, el tercer fantasma encargado de mostrar el futuro al señor Scrooge. Harto y cansado de recibir un sueldo mediocre, Huckens estaba a punto de renunciar. Cuando una fantasma hermosa y con buenas curvas entró por la puerta de su oficina.
—Buenos días, Jenni Rivera- saludó Huckens.
—Hola, Huckens, el general me dio un encargo que necesitas cumplir para antes de navidad- decía Jenni, entregándole una carpeta.
—¿Por qué tengo que trabajar solo? ¿No me pueden acompañar más fantasmas?
—Todos están ocupados con una tarea específica.
—¿Qué hay de Selena Quintanilla? – preguntó Huckens.
—A ella se le asignó la familia Bojórquez.
—¿Y Juan Gabriel?, él puede ayudarme.
—Se le asignó el señor Pedro.
—¿Y qué me dices de ti?
—Yo alegraré el corazón de la viejita Amy con una gran melodía – respondió la fantasma con una hermosa voz – Tienes que entender, nos estamos quedando sin personal y aún no te asignan a alguien.
Huckens aceptó. A la organización le faltaban empleados; el general no dejaba entrar a cualquiera, solamente cantantes y famosos. Él entró por pertenecer a otra generación.
En punto de las diez de la noche el señor se encontraba enfrente de la casa de Elizabeth. El hogar era amplio, acogedor e impecable. Sin embargo, te consumía el vacío de no ver luces prendidas y decoraciones como en las otras casas. El fantasma entró a la vivienda, llegó a la habitación principal, Elizabeth dormía. Se acercó poco a poco a ella y la empezó a mover.
—Elizabeth, despierta – le susurró al oído.
La muchacha pegó un brinco y se asustó al ver al fantasma. Huckens no expresó emoción alguna, ya estaba acostumbrado.
—No te espantes, soy inofensivo – dijo el espectro con voz amigable.
La cara de Elizabeth mostraba pánico y miedo. Era inusual el comportamiento de la mortal, sin embargo, Huckens no iba a abandonar su misión.
—Hola, mi nombre es Huckens, soy un fantasma navideño.
—Estoy soñando, esto es imposible- la muchacha no paraba de ver al espectro – ¿Eres tú, hermano? – Elizabeth trataba de tocar la visión del cuerpo.
—¿De qué hablas? – preguntó Huckens confundido.
—Huckens, mi hermano, era idéntico a ti. Claro que eres tú; pero no es posible – se contradecía la muchacha.
Aunque Huckens tuviera veinticinco años, tenía cuerpo de un niño de cinco años. Los fantasmas poseen el cuerpo con el que fallecieron.
—¿Elizabeth? – el señor Huckens quería llorar de la emoción, pero no podía. No creía que su hermana mayor estuviera enfrente de él – No puedo creer que seas tú, ¿Por qué no crees en la navidad, hermana?
Elizabeth aún seguía en shock, le parecía irreal tener a su hermano en la misma habitación.
—Hermano – dijo al fin – Si creo en la navidad, solamente no me siento con ganas de festejarla. ¿Qué haces aquí? ¿Por qué no me visitabas?
—No me permiten hablar con vivos; pero tengo la misión de hacer que tu espíritu navideño regrese.
—¿Me mostrarás el presente, pasado y futuro? – preguntó Elizabeth, el espectro río.
—Estamos en pleno siglo XXI, eso no se realiza desde hace ochenta años. Sólo vengo a platicar contigo. – dijo Huckens y la chica se tranquilizó un poco más.
—No tengo mucho por decir, la navidad no es la misma desde que no estás.
—Lo sé, pero ya ha pasado mucho tiempo. Busca tu felicidad, hermana.
—Aparte siento la responsabilidad de tu muerte. A veces, me hecho la culpa por lo sucedido – confesó su hermana.
—Pero tu no tuviste la culpa, fui yo quien no debió haberse acercado a aquel hombre.
—Fui una egoísta al no querer cuidarte, me arrepiento cada día de mi vida por no haberme hecho cargo de ti- sollozaba Elizabeth.
—Hermana, debes dejar de culparte por algo del pasado.
Elizabeth no paraba de llorar, añoraba a su hermano Huckens.
—Yo te perdono, hermana, perdónate tú también. Mientras tu seas feliz, yo lo seré.
—¿Me puedes hacer una promesa, Huckens? – Elizabeth miró al espectro – Si yo vuelvo a creer y celebrar la navidad, ¿Me prometes que nunca te vas a ir de mi lado?
—Nunca me fui de tu lado, Elizabeth, siempre estuve, estoy y estaré en tu corazón – respondió Huckens con una gran sonrisa.
La muchacha sonrió, miró el rostro del niño, su hermanito. Esa noche sintió una felicidad inmensa, una paz que hace años no tenía y se prometió a si misma festejar la navidad llena de alegría.