Olvido Lorente

Un día más

Un día más. Me levanto, me ducho, me visto, desayuno. Cojo la escoba del patio y el recogedor. Barro el polen que ha caído, igual que ayer. Antes fueron las hojas secas, amarillas, desvalidas que se pegan al suelo y viajan con el viento y hay que coger en el aire. 

El pelo negro está poblado de pequeños okupas amarillos. Estornudo. Libro a la melena de los intrusos. Sigo con la tarea del día. 

El supermercado espera con las estanterías repletas de alimentos, por la tarde vacías. La leche, el pan, la mantequilla, las pechugas de pollo, la harina, la sal…. Hoy una chuche. No soy de piedra. 

Al llegar a casa, la nevera abre su puerta agradecida o, tal vez, tiembla. Desnuda, la doy una buena mano de bayeta con alcohol blanco. Fresquita recibe los alimentos de cada día. Cambio los limones tiesos.

La comida, la lavadora. Libero a las cuerdas de la ropa sin nadie, más seca que la mojama. El relleno con la indumentaria de él, de la niña, del niño, de la otra niña mayor, del abuelo, del tío, de la “marimorena” …esto parece un hostal. Por último, la mía. 

Al mediodía, me atuso para ir a la iglesia. Es Semana Santa. Veo algo nuevo al lado de mi Virgen y mi Cristo. La Pasión representada como el belén. El Domingo de Ramos, la Sagrada Cena… Tocan las campanas. Es la hora de la comida. Después la cena y a la cama.

Un día más. Barro el polen. Estornudo. Barro. Estornudo. Un día tras otro. Barro y estornudo. Compra, iglesia. Continuo con la Pasión: El Prendimiento en el Huerto de Getsemaní, la venta a Poncio Pilatos, la flagelación…

Siento unos golpes en los oídos, son profundos, entorpecen a la mente, cierro los ojos, me concentro. Sigue el ruido, sigue: tres, cuatro… el último. Eran las campanas del reloj de la iglesia. No llevo esos aparatejos, para qué. Ellas me indican el momento del día. La comida, la cena, la cama, dormir. 

Un día más. Barro el patio, Más polen. Estornudo. Todos los días estornudo. Me limpio los mocos con el pañuelo limpio, luego irá a la lavadora. Cada día uno distinto para atrapar las velas que caen por sorpresa mientras barro. Nunca me limpio con la manga de la bata, es de guarras, mi madre me enseñó a llevar siempre un pañuelo limpio en el bolsillo. Cuando no tengo bolsillos, me los guardo en el pecho, dentro del sujetador. 

Lavadora. Ropa de él, la niña, el niño, el abuelo, el tío, la niña mayor… la marimorena y, al final, la mía. Doblo la ropa limpia. La plancho. La guardo en los armarios con perlas de alcanfor, ahuyenta a las polillas. 

La iglesia. La Pasión: Una caía con la cruz, Simón Cireneo ayuda a Jesús a llevarla, la Crucifixión… La Virgen llora la pérdida de su hijo. Cómo no, un hijo es un hijo, al pariente lo encontré en la calle, pero a ellos los he tenido en mi vientre, mi cuerpo ha sufrido por ellos, yo he ladrado por ellos. ¿Algún día ladraran también por mí? La gente habla del karma. Yo solo rezo. La comida, la cena, dormir.

Un día más. Estornudo cuando recojo la mierda de la primavera en el patio. Compra, lavadora, tender, iglesia. La Pasión: entierro. Lloran en la tumba. No es como los cementerios del pueblo. Aparece una roca, seguro que detrás estará Cristo. Lloran por su pérdida. Dicen que al tercer día resucitó. Las campanas avisan la hora de la comida. Cena. Dormir.

Un día más. Barrer. Estornudar. Lavar. Tender. Iglesia. Pasión. Final de la Semana Santa. Comida. Cena. Dormir.

Un día más, un día más….

Un día más y un día menos.