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Pieza clave

Carlos DK

Como todos los días en el tiempo de descanso de su trabajo, Susana iba a la cafetería Apolo en la calle Delfos. Aquella bazofia que servían por café expresso era mejor mezclarlo con leche. 

 

Por supuesto no iba por el café. Principalmente por que no había cámaras y tenían la mejor conexión a internet de la zona. Diez petabits simétricos de conexión accesible en las oficinas de al lado, que no estaban disponibles ni para sus trabajadores, aunque daba igual, ella sabía cómo saltarse la seguridad y elevarse los permisos para navegar de manera que ni las restricciones, ni el café, le fastidiara ese ratito de libertad.

 

Esa tarde apenas había gente, cuando alguien cruzó la puerta. Un tipo vestido de gris con pelo cano se sacudió la ropa y dejó la chaqueta en la percha de la entrada para no mojar el local. Sin decir palabra se acercó a la mesa donde estaba Susana iluminada por la pantalla de su ordenador, se sentó frente a ella, dejó un dispositivo sobre la mesa y guardó silencio.

 

Susana bajó la pantalla de su portátil, la luz se atenuó.

—¿Necesita algo? Hay otros sitios libres y tengo mucho trabajo que hacer.

—Sí, te necesito.

—¿Perdón? No será algún tipo de pervertido ¿verdad? Si no le importa… — En ese momento Susana hizo por levantarse, pero el desconocido con una media sonrisa, tocó algo aquel aparato y la pulsera que llevaba Susana encima empezó a calentarse, sonó como un chispazo y el olor a plástico quemado se quedó en el ambiente.

—¿Pero qué…?— Se la quitó de un tirón y se masajeó la zona dolorida. —¿Qué has hecho?¿Qué quieres?.

El desconocido guardó el pequeño terminal en su pantalón.

—Quiero saber si eres la persona que creo que eres y si puedo confiar en ti.

—Olvídame—  respondió mientras forzaba el apagado de su ordenador con biometría y lo guardaba en la mochila.

—No seas arrogante, Eva. Necesitamos tu ayuda.

 

Susana miró fijamente a aquel tipo de mediana edad, no parecía peligroso y sin embargo había conseguido ponerla nerviosa. ¿Cómo sabía su apodo?

—Estás flipando tío.

—Sé que llevas años realizando ataques a grandes corporaciones, que desestabilizas los centros de datos y haces perder miles de millones al año al Gobierno Universal. Tu padre lo hubiera querido así, pero lo que quieres conseguir no puedes hacerlo sola.

 

—¿Quién eres?— Preguntó molesta. Es ella la que conoce los secretos de la gente, la que amenaza y extorsiona. ¿Quién era este tipo?

—Conocí a tu madre cuando apenas contabas 4 meses en su vientre. El gobierno prohibió tu nacimiento y sin embargo tu padre, mi amigo, se rebeló como otros tantos el día del Libre Albedrío. Le prometí que te cuidaría.

—¿Eres Zero?—  él asintió —¿Tu provocaste los siete días de apagón y la explosión de los centros de datos satelitales?

—Fueron 4 días realmente y los centros de datos no llegaron a explotar, solo se sobrecalentaron…

—… hasta quemarse.— Completó Eva. —Solo Zero y mi padre sabían esa historia.

—Siento lo que le pasó.

—¿Qué quieres de mi?— Preguntó cortante.

—Estamos preparando un nuevo golpe.

—¿De verdad? ¿Y qué pensáis hacer? ¿Apagar las cafeteras del mundo?— Soltó Eva con sorna.

—Queremos resetear el Recomendador.

—No puedes hablar en serio.

—Los centros de datos de las colonias están intercomunicados desde los repetidores de la Luna.

—¿Y qué? Aunque eliminaras los servidores que almacenan la información a tiempo real, si consiguieras alcanzar los servidores donde se guarda el historial y finalmente las copias de seguridad, que por cierto estarán aisladas y vigiladas, aún, cada individuo lleva una pulsera y se usa para replicar la información de forma descentralizada. Se tendrían que eliminar de forma simultanea todas y cada una de estas pulseras.— Dijo Eva mientras se llevaba la mano a la marca rojiza del brazo donde debía de estar su pulsera. Zero sonrió al ver como Eva abría los ojos.

 

—¿Qué era el dispositivo?— consiguió preguntar Eva cuando salió del asombro.

—Te lo diré más adelante. Por ahora, cambia la pulsera y sigue con tu vida normal. No realices ninguna acción… controvertida— Respondió Zero mirando la mochila donde guardaba el portátil. Te volveré a contactar en unos días.

 

Zero se levantó de la mesa, tomó su chaqueta y se marchó.

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