Olvido Lorente
Noche de Reyes
Coloco el traje de paje encima de la cama para que no se arrugue. Me lo ha planchado mi mamá con mucho cariño antes de irse a trabajar: el pantalón azul celeste, la camisa roja granate y el gorro dorado. Me está justito; me molesta cuando muevo los brazos y me toca tirar caramelos. He crecido mucho: tengo diez años. Voy junto a mi amiga Ana; su papá y mi mamá son compañeros en el trabajo. Hace mucho frío en enero. Cuando desaparece el sol, cae una “pelona” que deja los coches y los tejados blancos brillantes. Debajo llevo ropa de abrigo.
Antes iba en la carroza de Baltasar; este año voy con Melchor, el primero. Recuerdo que, un año, Baltasar llevaba unos deportivos parecidos a los de mi papá, pero sé que mi papá es blanco y no es rey, aunque yo sea su princesa.
Mi mami trabaja mucho; antes me contaba ella los cuentos. Ahora es mi papá. Con ella viajaba por las noches a países que salían del armario, del espejo, de un caramelo, de los libros… de muchos sitios. En el País de las Mariposas, había que pasar unas adivinanzas para conseguir las alas.
El que más me gusta es El País de los Mil y un Trajes. Se encuentra en el pueblo de la playa, donde viven los otros abuelos: los padres de mamá. Allí coincido con Ana, y juega con nosotras; igual que su papá, habla por los codos y cuenta muchos chistes. A los abuelos les gusta. Mi padre es menos hablador. En la buhardilla tienen un baúl con ropas muy antiguas; dicen que son de los antepasados. Nos disfrazamos de distintos personajes y viajamos. Parecemos los clones de Willi Fog. Se han hecho amigos por nosotras. A veces, en el pueblo quedamos los cuatro mientras nosotras jugamos en la piscina de bolas.
Cuando tengo vacaciones, nos venimos al calorcito de la costa. Mamá teletrabaja, igual que el padre de Ana. Aquí nos dejan hacer lo que queremos. Los abuelos nos sacan de aventura en la barca; parecemos piratas. Disfrutan de su única nieta y de su amiga; de esta manera no molestamos a los mayores en sus quehaceres, como dice la abuela.
No les coinciden las vacaciones a mis padres. Antes sí. Mamá, cuando estamos en la casa, echa muchas horas extras; dicen que tienen que pagar la hipoteca y un “porrón” de gastos. Ana me comenta que su padre también sale tarde de la oficina. Entonces, me cuidan papá y los otros abuelitos.
Hoy viene conmigo a la cabalgata; mamá no sabe si vendrá. A papá lo he visto un poco distraído después de haber hecho las cosas de la casa, sobre todo cuando ha estado revolviendo algo en el armario. Luego, vi que estaba vacío, sin la ropa de mamá ni las maletas.
Creo que vamos a ir a ver a los abuelos de la playa. Sé que prepara un viaje; creo que es sorpresa. No me han dicho nada, pero he escuchado cómo hablaba por teléfono muy bajito. Ella no se ha dado cuenta. No entendía bien lo que decía, pero la palabra “viaje” la repetía mucho. Mi padre vuelve a trabajar cuando empiezo el colegio.
Corro al escuchar el timbre de la puerta de la calle; será mamá, que se le han olvidado las llaves y puede ser que venga con nosotros a la Cabalgata de Reyes. Me sigue mi papá. Son Ana y su mamá. Se miran a los ojos; tienen la misma mirada de abrir un regalo que no les gustó. Reconozco esa mirada, la misma que tengo cuando descubro algún regalo inesperado en Reyes y no me gusta. Mi amiga y yo nos vamos contentas a jugar a mi habitación mientras ellos hablan.
No sé cuál será el regalo que tienen mi papa y la mamá de Ana, pero no les debe de gustar nada, nada, nada…