Minúscula
Ana Fortuny
Soy minúscula en mi sueño. No hablo de las letras que aprendíamos a barajar en la primaria. “¿Con minúscula o con mayúscula, maestra?” “¡Es un gentilicio, ya deberían saberlo, jovencitas!” En el recreo, correr a la biblioteca. Manual de Gramática…Índice…Gentilicio. “¿Ves, Marcela? Se escribe: francés, japonés, chino. Y no: Francés o Japonés.” Se nos quedó a la primera. Pero mi condición de diminuta se refiere a otra cosa. A la colección de átomos que moldean mi cuerpo. Un acopio de partículas que se reciclan. Soy carbono. Millones de átomos de carbono, como las estrellas en el universo, vagan dentro de mí. Y no están solos. Los acompañan otros. El carbono se enamora fácilmente del oxígeno y del hidrógeno. Son amores al primer contacto. El nitrógeno es otro admirador apasionado. Los cuatro bailan en mis huesos, en mi carne y en la piel. Se enlazan y se liberan. Los consumo. Soy adicta a ellos. De lo contrario no podría sobrevivir.
También imploro la presencia de otros, como el calcio y el fósforo, pero ustedes ya conocen esa lista extensa, que no vale la pena repetir. Sueño que se terminan, que me abandonan para ir a cuerpos desconocidos, y que la montaña se erosiona. Es ahora un cerro, un montículo y después, un puñado de polvo que pasa desapercibido y que el viento dispersa sin dificultad.
Pero el sueño es generoso y de nuevo los convoca. Vienen de muy lejos; se despidieron de un flamingo, de una orca o de una cola de quetzal. Se enlazan y me hacen respirar. Ato cabos. En un letargo intermitente mi mano se aferra al lápiz. Bondadoso grafito; ¡carbono tenías que ser! Trazo huellas sobre la celulosa, algo incoherente que no sé dónde acabará. Un riachuelo de palabras se topa con las piedras y tuerce su camino. Lo borro con la goma blanca y lo vuelvo a encauzar. No va a ninguna parte, pero dirá algo a alguien, aunque sea a esta misma colección que se reacomodó, que tiene vida de nuevo y que no sabe cuánto le durará. Suena la alarma. La mano que escribe en el sueño, busca el sonido y la apaga. Los ojos se entornan. La bruma me envuelve. ¡Aún no, por favor!