Los molinos de Don Quijano
Carmen Sánchez
– Señor Quijano, ahí tiene usted a sus molinos, moviendo sus largos brazos, campeando señoriales y orgullosos en lo alto de la loma.
– No son molinos, amigo Pancho, son gigantes disfrazados para confundirnos. Pero a mí no han logrado engañarme, los conozco bien a pesar de su pretendida inocencia. Crueles y despiadados, ondean sus aspas al viento mientras controlan nuestro destino.
¿Ves aquel del fondo?,¿el que mueve sus aspas algo más rápido que los otros? Se llama banca y ejerce un poder absoluto sobre todos nosotros. Nadie sabe a ciencia cierta quién es y cómo es su rostro, actúa siempre en la clandestinidad. Nadie lo elige, salvo él mismo y siempre obedece al dictado del dinero, nadie lo destituye o penaliza si en su ejercicio de poder causa daño y sufrimiento sobre todos, en especial, sobre los más débiles. Ellos son el verdadero poder al margen de cualquier institución, de cualquier gobierno elegido en democracia, los cuales solo pueden moverse dentro de los estrechos márgenes que la todopoderosa banca los permite.
¿Ves el gigante situado a su derecha?
– Sí, mi señor, lo veo, y parece más enfurecido que el primero por la forma en que nos mira.
– Ese gigante, amigo Pancho, se llama medios de comunicación. Tan poderosos e incluso más que la banca. Utilizan sus argucias, que no son pocos, para influenciar en la opinión de los pobres ciudadanos, mientras nos embrutecen. Su maldad es tal que pueden hacernos creer que nos informan con la intención de hacernos libres, pero es todo lo contrario, nos manipulan haciendo que nuestra opinión varíe de un extremo a otro para servir a sus intereses. Así han logrado deponer gobiernos cuando no han sido afines a sus objetivos. Han provocado golpes de estado, incluso guerras sangrientas que luego alimentan con sus mentiras.
También nos tiranizan con sus dictados de moda y consumismo, han convertido a la sociedad en obedientes becerros solo preocupados por la estética y el consumismo. Trabajamos más para consumir más en busca de una falsa felicidad, pero que solo nos provoca un vacío que insistimos en llenar con más y más consumo. En esta desbocada carrera no queda tiempo para la reflexión. Morimos extenuados tratando de ser más delgados, más jóvenes y más ricos.
También se han inventado la mayor perversión vista hasta el momento: las redes sociales, lugar donde exhibimos impúdicamente nuestros oscuros miedos, siempre disfrazados de una perenne e imposible felicidad.
El tercer gigante se llama iglesia. Muy poderosa en otros tiempos, aunque ahora ha sido relegada por los dos anteriores, pero está acostumbrada al poder y no soltará las riendas fácilmente, por esos sus tentáculos se alargan hasta la banca y la prensa y agazapados, continúan alimentando su codicia.
Con los tres hemos de luchar, Pancho, y aunque no vencimos a los malandrines que convivieron en nuestros años de andanzas, está vez los daremos fin porque no utilizaremos las espadas o lanzas, ya vimos lo inútiles que resultaron, está vez utilizaremos un arma más poderosa: despertaremos la dormida capacidad pensante del ser humano. Nosotros, Pancho, recorreremos otra vez los caminos, igual que quinientos años atrás, contaremos a todo aquél que nos encontremos, que estamos siendo manipulados, que debemos despertar nuestra conciencia y enfrentarnos juntos a los enmascarados gigantes que nos rodean privándonos de libertad.
Pongámonos en marcha, Pancho amigo, que aunque nuestra empresa es ardua y difícil, nuestro espíritu nunca se dejó amedrentar por ningún molino o gigante, por grande y feroz que aparentase.