Ana Efigenia
La nana del bosque
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho…
El aullido lastimero del lobo, el ulular de los búhos, los timbales de las cigarras creando zumbidos a coro, el canto del viento, las hojas de mis árboles bailando con el aire, el crujido de los troncos, las ramas abanicándome, las culebrillas arrastrándose por el suelo, las ardillas coleccionando frutos, los murciélagos revoloteando, los mosquitos planeando, las hormigas en procesión…
El cielo salpicado de estrellas que se encienden y se apagan, nubes revoltosas que distraen a la noche, la luna rosada jugando con las sombras, los cometas dibujando estelas, los aviones rompiendo el cielo…
El olor a pino, a tierra, a flores silvestres, a hierbas olorosas, a pelo de animal, a noche, a miedo, a efímero, a mí: a bosque.
Mantienes los ojos cerrados; la oscuridad te ha sorprendido. No te puedes mover: tus piernas se han entumecido tanto que la sangre hiere tus venas al viajar por estas. No sientes los pies ni las pantorrillas, tus gemelos han pasado de estar tensos a estar agarrotados, las caderas se resienten, la cintura te da sacudidas, la tensión del cuello te crea dolor en los oídos y en la mandíbula, los dedos de tus pies se han convertido en garras, los de las manos se te han envarado, los hombros contraídos presionan los nervios de tu espalda, tus codos se niegan a estirarse, tus brazos te acogen sin darte consuelo, te oyes respirar y sientes tu corazón llorar. Temes que no te encuentren.
Voces, arbustos que se quiebran, hojas que se rompen, suspiros, carreras, más voces…
Linternas encendidas, haces que vuelan, móviles brillando, ojos que miran, que buscan, que se asustan…
Olor a sudor, a humanidad, a desesperación, a culpabilidad…
Mantienes los ojos abiertos mientras la oscuridad te angustia. No puedes descansar, tus piernas se rilan y te suplican parar, tus caderas se encasquillan, la cintura te aprieta, la tensión del cuello te impide girar la cabeza con facilidad, no sientes los pies. Tienes las manos agarrotadas, tus hombros se mantienen en alerta y adormecen tus brazos, tus codos te regalan calambres, te oyes respirar y sientes fatigado tu corazón. Temes no encontrarlo.
Aprietas los ojos más si cabe, y meditas sobre las cosas que te gustan: el perro de tu vecino, que mueve el rabo cada vez que te acercas a acariciarle el hocico; las tostadas con mantequilla y azúcar que te preparan cada mañana, los dibujos de la tele, el olor de las sábanas que te mecen por la noche, las mariquitas que se posan en tu terraza, los macarrones con chorizo que te hace la abuela, el zumo de manzana que meriendas, el sándwich de crema de chocolate de dos sabores que envuelves en servilletas de papel con dibujos de corazones, los besos apretados de tu madre, las cosquillas de tu padre, la sonrisa de tu hermana, las bolsas de gusanitos gigantes de los cumpleaños, la colchoneta elástica de tu patio, los partidos de fútbol que juegas en el barrio, los perritos calientes de los domingos por la noche, tu cama, tu bañera, tu casa…
Abres los ojos más si cabe, agudizas el oído y te abstraes del mundo que te rodea. Piensas en envolverlo entre tus brazos, en prepararle tostadas con mantequilla y azúcar, en echar colonia en sus sábanas para que siempre huelan bien, en llevarlo a casa de la abuela para que le prepare sus macarrones preferidos y te diga que están más buenos que los tuyos, en licuar manzanas para preparar su merienda, en comprar crema de chocolate de dos gustos, en besarlo durante horas, en jugar en familia a “Quien ríe pierde”, en verlo sentado junto a su hermana, en celebrar su cumpleaños con las bolsas de gusanitos más grandes que encuentres, en consentir que juegue al fútbol horas y horas, a pesar de saber que volverá cansado, en taparlo en la cama, en ayudarlo en el baño, en tenerlo de nuevo en casa…
Te arrepientes de haberte metido en el hueco del árbol más alejado que hallaste.
Te arrepientes de haberlo incitado a encontrar el mejor escondite del mundo.
Duérmete, niño, duérmete ya, que viene el bosque y te esconderá…
Duérmete, niño, duérmete ya, que viene el bosque y te esconderá…