Mireya Castizo

Cuando la vida se tuerce

Hola, mamá. He tenido que vender tu piano y así conseguir el dinero de tu funeral. Algunos de tus pupilos han querido contribuir con una pequeña aportación. Me alegro de haber recaudado lo suficiente para enterrarte junto a papá, y no haber tenido que incinerarte, porque me gusta poder venir a veros, y contaros lo que ocurra. Por ejemplo que ahora tendré que trabajar al salir de la escuela. No puedo ser profesora de piano; aún me falta mucho por aprender. Espero que alguien tenga un trabajo para mí, y si no, tendré que ir a la ciudad, pero no querría irme de casa, ni dejar a mis amigas o despedirme de Anastasia, mi maestra querida, pues ahora son todo mi mundo.

 

*******

 

Hola, mamá. Hola, papá. Llevo un mes tratando de ser empleada en el pueblo pero dicen que estoy maldita, que soy una gafe y que no me quieren cerca. Cada vez son menos los amigos con los que cuento. Dicen que por mi culpa mis padres se enfermaron. Algo completamente absurdo. Anastasia me advierte que no les escuche, y me anima a ir a la ciudad, lejos de la maledicencia de este pueblo analfabeto. 

Ayer en el jardín me fijé en un árbol, creo que es un castaño. Su tronco está torcido y su copa se expande hacia ese lado (el derecho) y me di cuenta por qué. Es el lado hacia el que puede recibir sol, ya que en el resto de puntos cardinales sólo tiene sombra del abeto de los Juárez. Esa imagen me ha dado mucha fuerza y confianza en un futuro lejos del pueblo. Siento mucho dejar todo lo que conozco, pero quizás sólo en la aventura en la que pienso embarcarme pueda estar mi destino.

 

***********

 

Queridos padres: ¡hacía ya tantos años! ¡Ay! Desde mis dieciséis primaveras, cuando salí de este pueblo del demonio. Quería visitar vuestra tumba antes de caer yo en la mía. Estoy aquí con mi hijo, Diego; para que conozca sus raíces y os presente sus respetos. No sé si me habéis podido observar o no desde el cielo. Si no os cuento que al llegar a la ciudad serví en una casa de una señora muy rica. Al morir en extrañas circunstancias (según dijo la prensa y las malas gentes) se descubrió su testamento, donde me lo había dejado todo. Como no pudieron culparme de asesinato, heredé aquella fortuna con la cual estudié, viajé, y tuve una vida que jamás habría conseguido de no haber torcido mis ramas y tronco.

He de irme. No creo que volvamos a vernos. Me hicisteis un favor en dejarme sola y os lo tenía que agradecer.