Buena samaritana | Thelma Moore
Tengo que apresurarme, están esperando estos documentos. Tomaré el Metro, aunque son solamente dos paradas, en taxi tardaré más. No tengo tiempo ni de cambiarme los zapatos, ¡me voy!
¡Qué suerte! Aquí hay un lugar, así puedo aprovechar para ordenar los documentos.
¡Uf! Qué enfrenón. Se me cayó un papel. Algo titila bajo el asiento. Es un teléfono y está prendido. Lo tomaré para ver si se lo puedo devolver al dueño, perder el celular es una desgracia.
Ya cumplí con la entrega a tiempo, gracias a Dios. Me iré a casa, mientras ceno investigaré a quién pertenece el teléfono. No lo debo apagar, espero que dure la batería.
—¿Hola? ¿Quién habla?
—Soy el Hiroshi Matsumoto, presumo que usted encontró mi celular.
—Así es, señor Matsumoto, soy Donna Lane.
—Mucho gusto, ¿señorita o señora Lane?
—¡Oh, no! No estoy casada, vivo sola. Me gustaría saber cuando puede pasar por su teléfono, para poder estar y entregárselo.
—Me da mucha pena, señorita Lane, pero le tengo que pedir un favor muy especial. Le comento que mi esposa está a punto de fallecer y se encuentra en casa, muy bien atendida por cierto; sin embargo, la situación está a tal punto difícil que yo no puedo ausentarme. Lo grave es que necesito el teléfono, sobre todo para llamar a doctores y ayudantes, dada la gravedad de mi esposa.
—¡Qué pena escuchar lo de su esposa, señor Matsumoto! Mire, mañana es sábado y tengo disponible la mañana, si me da su dirección con gusto le llevaré su celular.
—¡Ay! Señorita Lane, lo necesito tanto que estoy dispuesto a recompensarla bastante bien. Si pudiera traérmelo esta noche se lo agradecería muchísimo.
—Entiendo su situación señor Matsumoto. Aunque es un poco tarde ya, tomaré un taxi. Por favor deme la dirección.
Otra vez no tuve tiempo de cambiarme los zapatos con este tacón tan alto.
—¡Qué mansión! El señor Matsumoto debe ser muy rico; no había pensado en una recompensa, pero no me caería mal, con lo endeudada que estoy. Lo extraño es que haya perdido el celular en el Metro. Seguramente tendrá chofer.
—Pase usted, señorita Lane, gusto en conocerla. Supongo que traerá mi teléfono.
—Aquí lo tiene, señor Matsumoto.
—Soy un mal educado, le ofreceré algo de tomar, pásele, pásele por favor.
—No se moleste, tengo que regresar…
—No es molestia, lo despediré y la llevará mi chofer.
—Bueno, en ese caso y con este frío, le aceptaré un té.
—¿Cómo sigue su esposa?
—Se ha mantenido estable, se encuentra en el segundo piso, con la enfermera.
—Me estoy sintiendo mareada, ¿qué me está pasando?
—¿Cómo se siente, señorita Lane?
—¿Me puede escuchar? ¿Me puede obedecer?
—Si señor, dígame.
—Voy a poner música, ¿podría hacer el favor de hacer striptease para mí?
>¡Excelente, querida Donna! Tiene un cuerpo espectacular, además sus movimientos, ¡ すごい!* Y esos zapatos de tacón de aguja tan sexis, me estimulan más.
¿Por qué estoy obedeciendo a este señor? ¡No lo puedo evitar!
—Recuéstese en este chaise lounge, relájese y separe esas hermosas piernas largas.
¡Qué sensación de descanso! Me está acariciando con sus manos sedosas, me estruja el pecho, me penetra! Y yo, como si estuviera viendo una película.
—Donna, necesita descansar, por favor duérmase y olvídese de esto, pero antes deme su dirección.
***
¡Qué noche!, ¡cómo dormí! Me siento renovada.
¡Wow! ¡Y este fajo de billetes! El señor Matsumoto me recompensó como dijo que lo haría. Espero que su esposa mejore, se lo merece, ¡ es todo un caballero!
*¡Genial!