Thelma Moore

Adonde el corazón se inclina, el pie camina

Al grito de “¡ahí viene la bola1!”, todos en la Hacienda Grande corrieron asustados para cumplir con la función previamente asignada por Don Carlos Rendón de la Borbolla, dueño y señor de tan vasto territorio.

La nana Lupe, con las enaguas al vuelo, atravesó  los pasillos de la gran casona y entró a despertar a María de los Dolores.

—¡Niña Dolores! ¡Niña Dolores! ¡Despierta, despierta!, —le gritó con voz desesperada. 

Luego, del armario tomó una ropa similar a la de ella y la arrojó sobre la cama.

Dolores, joven y bella, se despertó sobresaltada.

—¡Qué pasa, nana Lupe!, —Le contestó con apremio.

—Que ahí vienen los de la revolución.  Hay que seguir el plan.

Dolores, temblando, procedió a vestirse y se fue a sentar al tocador frente a un enorme espejo que reflejó su hermosa figura, pese a la ropa humilde de servidumbre.  La nana  le trenzó el cabello negro y brillante mientras farfullaba entre dientes: “Despacio que voy de prisa”.

Ambas cruzaron el patio, pasaron a un lado de la fuente central, entre el barullo de los que se trataban de organizar para repeler el asalto..  

Dolores y la nana se toparon con Don Carlos.

—¿Qué hacéis vos todavía aquí? —Les reclamó con voz iracunda.  

La nana, apenada, tomó de la mano a Dolores y tiró de ella hasta llegar a la enorme alacena y al estar buscando un escondrijo, como era su costumbre siguió murmurando “cualquier hoyo es trinchera”.

La defensa de la hacienda no duró ni una hora, los revolucionarios irrumpieron en tropel.  El capitán que los comandaba entró montando con gallardía a su caballo alazán. Al llegar al patio central, enfrentó a Don Carlos.  La tropa a su alrededor calló.

—¿Es usted Carlos Rendón de la Borbolla? — Le preguntó con voz firme.

El hombre, colorado como un camarón cocido, le contestó.

—Así es, y como dueño de esta propiedad y responsable de la gente, le pido su respeto hacia ellos.

—Soy el capitán de tropa Jorge Sánchez. No se preocupe, mis hombres son de los mejor entrenados; serán respetuosos si usted entrega animales, víveres y monedas de oro para la causa.

˃¿Y su familia, dónde está?

—Enviudé hace cinco años y no tengo hijos.

—Don Carlos, agradeceré nos brinde hospitalidad hasta que lleguen las órdenes del General Zapata.  Mientras tanto, mis hombres prepararán todo lo que “su gran generosidad” nos brindará. —Le concretó con un dejo de sarcasmo.

Al oír esto a Don Carlos parecía que “un gato le había comido la lengua”. Finalmente no le quedó más que ordenar que prepararan la recámara de invitados y la cena. Pensó: “´ya nos llevó la trompada´.  “Menos mal que Dolores está bien escondida”. Y suspiró aliviado.

Por la noche, el olor del mole se mezclaba con la serenata de los revolucionarios y de las “adelitas”2.. Se sentaron a la mesa y empezaron a saborear la deliciosa sopa de tortilla, Don Carlos estaba tranquilo, pero su calma se esfumó, cuando entró Dolores con una cazuela de  huauzontles3 capeados. 

Dolores depositó el recipiente sobre la mesa, dejando al descubierto una parte de su pecho.  Levantó la mirada  y se cruzó con la del capitán, cuyos ojos verdes de mestizo4 brillaron con admiración. 

Después de esto, nadie disfrutó el mole con arroz. 

Jorge, enamorado, logró hacer contacto con Dolores.  Noche tras noche se veían furtivamente.  Temían que las nuevas órdenes aparecieran en cualquier momento. Cuando llegaron, esa última noche se vieron.

—Lola, tienes que venir conmigo, no podré vivir sin ti. —Le suplicó con la voz llena de amor.

—Jorge, tengo que confesarte algo.

 —Ya sé lo que me vas a decir, no eres lo que aparentas, me di cuenta porque “el hábito no hace al monje”. Sobresales por distinguida.

—Entonces, comprenderás que no puedo dejar a mi padre.  No me puedo ir contigo. —Le dijo con lágrimas en los ojos.

Al amanecer sonó el clarín, el capitán Sánchez  encabezaba la marcha de salida;.  Don Carlos, muy contento, salió al balcón a contemplar la retirada del batallón. Casi le da un infarto al reconocer a su querida Dolores como una “adelita” más, caminando erguida al lado de su hombre. 

1 El término de la bola se utilizó para llamar a quienes conformaban los batallones de los tiempos de la revolución, aunque el concepto surgió en el siglo XIX para designar todo lo que implicaba que se acercaran las tropas: robo, incendio, …

2  Mujeres que se unieron al movimiento revolucionario y se encargaron de actividades como atender heridos, provisionar alimentos y armas, además de luchar y liderar ejércitos.

3 El huauzontle es una planta prehispánica de consumo tradicional que México dio al mundo.

4 Hijo de español e indígena.